El Espíritu Santo, dador de vida y alegría
Lecturas de las Escrituras
Ezequiel 36,24-28
Salmo 104,24-25.27-29.33-34
Juan 3,4-8
Lectura Patrística
De la tradición siríaca
No es correcto decir que el Espíritu desaparece cuando pecamos y que retorna cuando nos convertimos … ¿De qué sirve que él me habite después de haber llegado a ser justo? Si en el momento de la caída no habita en mí, no me da una mano y no me levanta, ¿cómo sentiré su ayuda? ¿Qué médico, cuando ve a un enfermo que padece, lo deja y lo abandona, para ir a verlo cuando esté sano? ¿No es más útil que el médico esté con el paciente en el momento de su enfermedad?
– Filoxeno de Mabbug [c. 440-523], Sobre la morada del Espíritu Santo
Para reflexionar
1. El Espíritu de Dios renueva la faz de la tierra todos los días, nos llama a cooperar con él.
2. ¿Cuáles son las fuentes de alegría que hay en tu vida y cómo se relacionan con el Espíritu Santo?
3. Dónde vemos al Espíritu Santo obrando, superando nuestras divisiones y llevándonos a una unidad más profunda, y cómo podemos unirnos a esta obra?
Oración
℟ ¡Amén, amén! ¡Aleluya!
Tú eres el Espíritu insuflado sobre el rostro de Adán
que transforma la carne en un ser vivo. ℟
Tú eres el Espíritu dado por el Resucitado:
nuestros pecados han sido perdonados. ℟
Tú eres el Espíritu enviado en Pentecostés:
abriste el camino para que el Evangelio llegara a todos los hombres. ℟
Tú eres el Espíritu que alienta nuestra oración:
somos sostenidos por el amor de Dios. ℟
Tú eres el Espíritu de Dios derramado sobre los muertos:
los sepulcros se abrirán y los muertos resucitarán. ℟
Oremos:
Dios, Padre nuestro,
tú nos has revelado el maravilloso misterio de tu vida,
enviando a tu Hijo al mundo
y compartiendo con nosotros tu Espíritu de santidad y alegría.
Alegrémonos en el Espíritu,
que renueva la faz de la tierra y nos guía hacia la unidad.
Confesamos nuestra fe en ti,
el Único Dios, tres veces Santo
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Bendito eres, ahora y por los siglos de los siglos. AMÉN.
Lecturas patrísticas alternativas
De la tradición griega
Este es mi Dios, el Señor de todas las cosas, el único que extendió los cielos y estableció la amplitud de cuando hay ellos, … el que fundó la tierra sobre las aguas y dio su espíritu para alimentarla; cuyo soplo ilumina todo, quien, si retuviera su aliento, todo desfallecería. Por él, oh hombre, hablas. Su aliento te hace respirar, aunque no sepas cómo.
– Teófilo de Antioquía [siglo II], Ad Autolycus, I,7
De la tradición latina
«¡Cuánto más dará vuestro Padre celestial el Espíritu bueno a los que se lo piden!». Este es aquel Espíritu por el que se difunde la caridad en nuestros corazones para que, amando a Dios y al prójimo, cumplamos los mandamientos divinos. Este es aquel Espíritu en el que clamamos: ¡Abba, Pater!, y por lo mismo, él nos hace pedir a quien deseamos recibir, él nos hace buscar al que deseamos encontrar.
– Agustín de Hipona [354-430], Enarraciones sobre los Salmos. Salmo 118, 114, 2