PROYECTO COMÚN DE PROVINCIA

La pobreza considera las condiciones de vida de la población a partir de tres espacios: el de bienestar económico, el de los derechos sociales y el del contexto territorial. Desnutrición generalizada, viviendas deplorables, limitado acceso a la salud, educación deficiente, desempleos en aumento, son algunas muestras específicas de la pobreza. La combinación pobreza y desigualdad, genera un enojo social que alimenta las violencias.

Una situación que especialmente nos preocupa es la desigualdad de género, puesto que las mujeres en la Espiritualidad Ignaciana son las que nos ponen junto a los crucificados de la historia, para bajarlos de su cruz y transformar su suerte. Por ello, consideramos importante fortalecer la dimensión de género en nuestras Obras.

Actualmente los jesuitas tenemos a 3 mujeres al frente de  nuestras obras y desde el 2020 convocamos a la Mtra. Lorena Giacomán, como la primera mujer en ocupar el cargo de Asistente de Educación, esto es, parte del equipo de gobierno que toma decisiones internas en la Compañía de Jesús.

La situación política actual del país muestra divisiones palpables que aumentan el deterioro social- comunitario. Se va fragmentado el pueblo mexicano sin posibilidad de diálogo. Creemos que la polarización social tiene sus raíces en una profunda desigualdad social-cultural y es favorecida por la incomprensión de demandas y necesidades de la gente ante instancias gubernamentales. Sin embargo, debemos recuperar la unidad, los valores y el sentido comunitario, de la mano de los pueblos indígenas. Nuestra misión en Bachajón, Tarahumara, Tatahuicapan y Huayacocotla, son muestra de nuestro acompañar y aprender de la buena convivencia.

A la luz de nuestra tercer Preferencia Apostólica: Acompañar a los jóvenes en la creación de un futuro esperanzador, los jesuitas tenemos una preocupación constante ante la precariedad de las y los jóvenes y su exposición a las drogas y el crimen organizado. En México, la juventud carece de oportunidades de desarrollo, crecimiento y acompañamiento en las diversas dimensiones de su vida. Las y los jóvenes son los que sufren más violencias, los que se encuentran en condiciones de pobreza más acentuadas, sin encontrar espacios para reflexionar en torno a su proyecto de vida y sometidos a la continua seducción para incorporarse a las filas de la delincuencia organizada, con la promesa de que, en pocos años, serán beneficiados por una vida sin límites. Cabe señalar que las mujeres jóvenes sufren las últimas consecuencias de las violencias, y, sobre todo, las de las periferias.

Ante esto, manifestamos nuestro interés por estar cerca de la juventud excluida, que sobrevive con pocas posibilidades en esta compleja realidad. A través de nuestras obras, apostamos por generar acciones e instancias que permitan devolverles la voz y el protagonismo que les corresponde en la esfera pública del país, a la vez que experimenten la ternura del Padre Bueno en sus vidas.

La mercantilización de la vida nos ha llevado a transformar nuestra relación con la tierra, pasando de proveedora de alimento y lugar de desarrollo humano, a un objeto de explotación. El cambio climático es un signo visible de la crisis ecológica. La prioridad de lo económico está amenazando la cultura, el territorio y la dimensión sagrada de los bienes naturales, donde las comunidades campesinas y los pueblos indígenas son los más afectados, pero continúan siendo los mayores defensores de la tierra a nivel mundial.

La contaminación, deforestación, degradación del suelo, escasez de agua, sequía, extinción de especies y pérdida de la biodiversidad, son otros ejemplos del deterioro de la Casa Común. Hoy en día, los bienes naturales son los más codiciados por los grandes poderes económicos. En ellos, destacan los minerales, cuyos métodos de extracción convierten a esta industria en una de las más contaminantes en nuestro país; aunado a la minería a cielo abierto, donde los dueños de grandes empresas, no toma en cuenta la desigual relación entre la población afectada y su propia seguridad.

Desde el 2006, en el caso Pasta de Conchos, en Coahuila, la Compañía de Jesús ha acompañado a las familias a través de Centro ProDH en su búsqueda de justicia.

La pandemia ha trastocado todas las dimensiones de la vida y ha cuestionado nuestra forma de vivir y nuestro sistema de salud. Esta situación inédita que ha significado dolor y crisis, ha sido un desafío para la sociedad y también para la Compañía de Jesús. Sin embargo, nos hemos adaptado y hemos aprendido a resistir con nuestra labor colmada de fe, ímpetu y resiliencia, y vemos este contexto como una oportunidad para avanzar en la cultura del cuidado.