Espiritualidad

Sin duda, el legado más reconocido de San Ignacio de Loyola son sus Ejercicios Espirituales, proceso y método que suscita experiencias de Dios, del mundo y del ser humano que invitan a la libertad, al servicio y, sobre todo, a la contemplación de la presencia y amor divinos en todo lo creado.

Con base en esta profunda vivencia del Espíritu, surge -más allá de un legado teológico o filosófico específico- un “modo de proceder” de los jesuitas, que se conoce como “Espiritualidad Ignaciana”, una manera de aprender a estar en comunión con Dios y de servir a los demás a partir de la experiencia interior del discernimiento que toma en cuenta las circunstancias históricas y de la realidad, y que no olvida la evaluación de las decisiones tomadas.

Espiritualidad Ignaciana

Los principales rasgos de la Espiritualidad Ignaciana, que se derivan de los Ejercicios Espirituales son:

  1. Búsqueda apasionada de la voluntad de Dios.
  2. Capacidad para saber discernir los «signos de Dios».
  3. Actitud de querer siempre “lo más y mejor» en el servicio a Dios.
  4. Simpatía y sintonía con todo lo creado y humano.
  5. Libertad interior y disponibilidad al servicio del Reino.
  6. Conocimiento, valoración y amor personal a Jesucristo.
  7. Contemplación y acción para “en todo amar y servir»
  8. Amor y obediencia a la Iglesia.
  9. Servicio a la fe y la promoción de la justicia
  10. Cultivo de las virtudes y devociones sólidas.

La Espiritualidad Ignaciana nació de la vivencia espiritual de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Fue plasmada hace más de 400 años, con la intención de que hombres y mujeres logren encontrar a Dios  y den sentido a sus vidas.

La Espiritualidad Ignaciana es «el encuentro del espíritu humano con el Espíritu de Dios, de modo que Dios hace Su propuesta, y la persona humana responde al proyecto de Dios».

Ignacio se encontró con Dios en un momento crucial de su vida: cuando sintió en su cuerpo herido el fracaso de sus ambiciones humanas. A partir de entonces fue captando la llamada de Dios –fue «discerniendo» Su propuesta– y le respondió en forma gradual y progresiva, pero total y radical.

La experiencia de «conversión» a Dios la fue viviendo durante varios años, y la escribió Ignacio en un libro que se llama «Ejercicios Espirituales» que, según su mismo autor, es ‘todo lo mejor que en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos».