Homilía del P. Provincial en los Votos del Bienio

Jul 29, 2023 | Discursos

Nuevamente, buenas tardes y bienvenidas, bienvenidos.

 

Para la Compañía de Jesús los votos del bienio de un hermano es fuente de alegría y esperanza, como solemos decir, es motivo de consolación, por eso cuando un novicio hace votos nos reunimos como familia en torno a él para ser testigos de su promesa de formar parte de esta mínima Compañía y para decirle que estaremos acompañándole, que no está solo, que cuenta con nosotros.

 

La Palabra de Dios, que acabamos de escuchar, nos muestra a Dios cercano, atento a la realidad sufriente del pueblo y actuando en el presente. Lo vemos llamando a personas para que trabajen por los demás, animando a vivir en comunidad y a permanecer en su amor.

 

Dios nos llama a trabajar por los demás [EE 95]

 

La primera lectura nos presenta el llamado de Dios a Moisés. Vemos a Moisés sorprendido ante una zarza que arde sin consumirse, el Señor-Dios le sale al encuentro y lo llama para darle una misión: liberar al pueblo de Israel de la opresión del faraón. Con ello, se nos presenta un rostro de Dios cercano, atento, que se deja impactar y se conmueve con el dolor de la humanidad; un Dios que busca personas prestas y diligentes, dispuestas a colaborar con su designio salvador del mundo o como diría San Ignacio: disponibles para “ayudar a las almas”.

 

En nuestro Proyecto Común de Provincia expresamos que “Existe un profundo dolor ante lo que viven millones de mexicanos y mexicanas, donde la vida se ve lacerada y coartada por estructuras sociales injustas. Los clamores de muchos sectores de la población excluida tienen múltiples facetas y concreciones históricas. Estos clamores emergen de rostros concretos: niñas y niños, adolescentes, jóvenes, mujeres, adultos mayores, indígenas, obreros, campesinos, personas desempleadas… Clamores desde lugares y contextos olvidados, relegados y explotados.”[1] Y desde aquí somos llamados a no mantenernos al margen o indiferentes; así como llamó a Moisés para ir a atender el sufrimiento y opresión del pueblo de Israel y a liberarlo, así hoy nos llama a responder con responsabilidad a los clamores que surgen en este tiempo, en México y en el Mundo. Somos llamados a ser portadores de esperanza, de justicia y de paz.

 

Dios nos llama de modo diferente a cada una y a cada uno de nosotros y nos da una misión que nos incorpora a la “historia de salvación”; a unos desde una vida laical; a otros, como a ti -Daniel-, a nuestros hermanos jesuitas y a mí, nos llama a servir al Pueblo de Dios desde la Compañía de Jesús.

 

Para nosotros “la misión, es decir, el ser enviado a una labor apostólica, el recibir un destino determinado”, “constituye el centro de la vida de cada jesuita”[2]. Como escribí en tu carta, Daniel, esta vocación a la que has sido llamado y has respondido con un “Aquí estoy”, “exige toda nuestra persona”, todas nuestras cualidades, nuestro afecto, esfuerzo, preparación y entrega.

 

A veces, como Moisés, podemos sentirnos inseguros ante la misión encomendada, sentir que no tenemos las suficientes herramientas y habilidades para responder de la mejor manera, sin embargo, ten la confianza de que el Señor te dirá una y otra vez, como le respondió a Moisés: “Yo estoy contigo”, esta ha de ser la fuente de seguridad y confianza, Dios está y estará contigo, como lo está con cada una y cada uno de nosotros.

 

También, cuentas con tus compañeros de comunidad, de misión y con este Cuerpo del que formas parte. Como dijo el P. Pedro Arrupe: “La misión es el lazo que nos une íntimamente a la Compañía… La misión nos liga a todo el cuerpo de la Compañía que nos envía”[3].

 

Dios nos anima a vivir en comunidad.

 

El Espíritu de Dios nos mueve a vivir en comunidad. Desde siempre en la humanidad se ha manifestado un deseo de hermandad, pues el Espíritu de Dios, como lo vemos en Pentecostés y en las primeras comunidades cristianas, propicia unidad vivida en un mismo sentir y la solidaridad como expresión del amor.

 

Esta unidad en un mismo sentir desde los sentimientos de Cristo, de la que nos habla la segunda lectura contrasta con nuestra realidad mexicana, en donde la polarización política es cada vez mayor; la desacreditación mutua entre personas e instituciones de poder permea al resto de la sociedad, por lo que, en respuesta a esta realidad, la búsqueda de unidad se hace una exigencia.

 

La carta a los filipenses es clara: hacer las cosas por vanagloria, por rivalidad, por orgullo o por sentirse mejor que los demás no conduce al bien común, más bien, destruye la unidad. Lo que realmente construye, escribe el apóstol, es la humildad que nos dispone a la acción del Espíritu de Dios quien nos da entrañas de misericordia para que seamos capaces de animar y consolar a las demás personas, a buscar la armonía de voluntad y de afectos, de miras y de esfuerzos comunes para construir hermandad y el bien común.

 

Ahora bien, si toda persona bautizada, como los primeros discípulos, ha de buscar vivir como parte de una común unión, para los jesuitas la experiencia del llamado, vivido como algo individual, se transforma, por el seguimiento a Jesús pobre y humilde, en una experiencia comunitaria: vivencia que tuvieron San Ignacio y los primeros compañeros, “todos habían vivido la misma experiencia característica de los Ejercicios pero al sentirse ‘amigos en el Señor’ se plantearon si era voluntad del mismo Señor formar un cuerpo.”[4]

 

Para los jesuitas, Daniel y demás compañeros jesuitas, “nuestra vida en común atestigua nuestra amistad en el Señor” pues entendemos que “seguir a Jesús en común apunta a la experiencia de los discípulos caminando con su Señor”[5]. Recordemos lo que el Padre Nadal dice de la Comunidad: en ella “se recogen a rehacerse”[6] “y consolarse con la compañía amable y espiritual de los otros padres…”[7]

 

Dios nos llama a permanecer en su amor.

 

Jesús, en el evangelio nos llama a permanecer en su amor como Él permanece en el amor del Padre. Permanecer es un don y una tarea; un don, porque Él nos ha llamado y nos ha dado el conocimiento del Padre y su amor por nosotros y, tarea, porque pide de nosotros el deseo y esfuerzo cotidiano por mantenernos en fidelidad a Él.

 

De lo que se trata es una cuestión de amor. Más allá de un mero cumplir con ciertos requisitos o de llevar ciertos rituales, permanecer en su amor exige de nosotros la disponibilidad para amar al modo de Jesús: “Ámense unos a otros como yo los he amado”. Asumir preceptos sin amor es perdernos, es entrar en caminos no cristianos, deformar las enseñanzas de Jesús. Permanecer en su amor significa experimentarlo, vivirlo a través los Sacramentos, de la oración, de la vida fraterna y del servicio solidario con los pobres.

 

Jesús no nos engaña, nos advierte que “permanecer en su amor” no es fácil, que ir tras Él conlleva situaciones difíciles, momentos de duda y desolación, por ello es necesario contemplarlo “pobre y humilde”, amando, entregando su vida. Es necesario continuar cerca de Él, confiarnos en Él, pues sólo en Él está nuestra esperanza [Au 35].

 

Daniel, es cierto que el llamado a ser compañero de Jesús es un don cuyo origen es el amor primero de Dios, el único capaz de sacar adelante la obra que ha comenzado en ti y en quienes nos ha llamado a esta mínima Compañía; al mismo tiempo, es una tarea pues Dios requiere de nuestra colaboración para mantener y conservar nuestra vocación; para ello se te ofrece, como a todo jesuita, una formación integral, en “virtudes y letras”, en una gradación del proceso formativo [Co 307]. Además, y para toda la vida, la Compañía nos ofrece, entre otras, las siguientes ayudas: los Ejercicios Espirituales, la oración, el examen y discernimiento, el acompañamiento espiritual, la Eucaristía, para reavivar “nuestra fe y nuestra esperanza apostólica, renovando nuestra experiencia del amor de Dios en Jesús, y confirmar nuestra voluntad de ser compañeros de Jesús en su misión: como Él, solidarios de los pobres, para colaborar en su Reino.”[8]

 

A los papás de Daniel

 

En estos tiempos, es difícil entender que un hijo diga que tiene vocación para ser jesuita, religioso o sacerdote, por eso les digo papás de Luis Daniel, gracias por su generosidad.

Gracias por el testimonio de amor entregado y de esperanza con el que han formado a Daniel, ustedes son referentes para que haya decidido comprometerse en fidelidad a la Causa de Cristo en el servicio a los más pobres.

 

Les pido que sigan acompañándolo, que pidan por él y, también, por todos nosotros, pues es de gran ayuda en nuestra perseverancia su acompañamiento y oración. Hoy más que nunca esta vocación requiere de la oración de todas y todos.

 

A ustedes, papá y mamá, a sus hijos y familias los tenemos presentes en nuestra oración.

 

Al Equipo del Noviciado y de Vocaciones

 

Aprovecho el momento para agradecer al Equipo del Noviciado por su generosidad y entrega en la formación de Daniel y de todos los novicios, al Equipo de Vocaciones por el acompañamiento en el discernimiento a los jóvenes candidatos y prenovicios. Pido para que la vida de todos los jesuitas sea auténtico testimonio de vida evangélica para que transmitamos el ideal de la consagración total a Dios y a su Pueblo de tal manera que los jóvenes se entusiasmen y se abran a las invitaciones del Espíritu.

 

A todos los presentes

 

Gracias a las personas del Barrio del Noviciado, a las personas donde hacen apostolado los novicios, a quienes piden por su vocación, a todas y a todos, muchas gracias. Pido para que nuestra Señora siga intercediendo por ustedes y sus familias. Nuevamente, gracias por acompañarnos y pedir por nosotros.

 

Aprovecho para agradecer a la Diócesis y a los párrocos donde hacen apostolado nuestros novicios por su acogida, acompañamiento y oración. Pido para que San José siga intercediendo por ustedes para que envíe buenas y santas vocaciones y sigan construyendo el Reino de Dios en estas tierras.

 

Final

 

Pido la intercesión de Joaquín Mora y de Javier Campos, quienes dieron, con su vida, testimonio de que es posible vivir amando al modo de Jesús, quienes se sintieron llamados a servir a las personas menos favorecidas, buscando formar comunidad y permanecieron en el amor hasta el final.

 

Pido a nuestra Señora que siga siendo nuestra Maestra en el seguimiento de su Hijo para que, día a día, crezca nuestro conocimiento interno de Él y se avive nuestra fe y nuestro deseo de seguirlo pobre y humilde.

 

Y, pido a al Señor Jesús que envíe su Espíritu para que nos enseñe a escuchar y a conversar, a discernir personal y comunitariamente, de tal modo que sepamos responder a los desafíos que nos presenta la realidad según la Voluntad del Padre y, así, seamos signos de esperanza, de reconciliación, paz y justicia en un mundo fragmentado y dividido.

[1] Proyecto Común de Provincia 2022 – 2026. P. 35.

[2] Arrupe, P. Pedro, “La Misión apostólica, clave del carisma Ignaciano, conferencia en el Congreso Internacional para jesuitas, Loyola 7 de septiembre de 1974.

[3] Ídem.

[4] ídem.

[5] C. G. 35, d. 2, n.19

[6] MHSI Nadal 470

[7] MHSI Nadal V. 773

[8] C.G. 32, D. 4, n.38

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