Para compartir el sufrimiento de las víctimas de abuso y promover una cultura de protección
PARA TODA LA COMPAÑÍA DE JESÚS Y COMPAÑEROS(AS) DE MISIÓN
Estimados(as) amigos(as):
El Papa Francisco ha enviado a toda la Gente de Dios, en cuya misión somos colaboradores, una invitación para compartir el sufrimiento de muchos menores y personas vulnerables que son víctimas de abuso sexual y del abuso de poder y conciencia por un número significativo de clérigos y personas consagradas, entre quienes hay —lo reconocemos con dolor y vergüenza —miembros de la Compañía de Jesús.
El contenido de la carta del Papa Francisco a la Gente de Dios, con fecha del 20 de agosto del 2018, nos confirma el mandato de la Congregación General 36 para continuar trabajando, en todos los niveles de la Compañía, para promover una cultura consistente de protección y seguridad para menores y adultos en situaciones de vulnerabilidad. Además de confirmar este mandato, el Santo Padre, al reconocer que lo que sea que hagamos para pedir perdón siempre será poco, nos invita a ir más allá de lo que ya se ha aprendido en estos años, más allá de políticas de cero tolerancia, protocolos para responder a los casos, esfuerzos para reparación y programas de prevención. Él nos invita a mirar al futuro y a profundizar nuestro entendimiento acerca de las causas de estas heridas, para reconocer nuestra participación por acción u omisión para causarlas y para encontrar formas de impulsar cambios en las estructuras sociales que las provocan.
Él nos invita a la conversión personal, comunitaria e institucional, que ayude a dar coherencia e integridad a nuestras vidas y para orientar nuestra acción apostólica hacia una cultura, dentro y fuera de la Iglesia, capaz de asegurar que las situaciones de abuso no se repitan y que haya la garantía de una vida saludable para todos los seres humanos.
Como punto de partida para emprender un proceso de cambio profundo que fomente una cultura de protección, el Papa toma la inspiración de la advertencia de Jesús, “Esta clase de demonios solo pueden ser expulsados con oración y ayuno” (Mt 17,21). La confusión, la decepción, el enojo, el sentimiento de impotencia y la desolación espiritual que esa situación está provocando en muchos miembros de la Gente de Dios y otros a través del mundo, requieren una renovación valiente de nuestra fe que abre un espacio a lo que hoy nos parece imposible. Debemos, por tanto, seguir el consejo de la sexta regla para el discernimiento de espíritus de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales: será muy provechoso intensificar nuestra actividad para combatir la desolación, insistiendo más en la oración, en la intercesión y en la consideración, así como en una forma apropiada de hacer penitencia [319]. Comencemos a avanzar por este camino con las actitudes de la primera semana de los Ejercicios en los cuales la oración y penitencia nos llevan a la pregunta de lo que podemos hacer por Cristo [53], por su cuerpo lacerado nuevamente en tantas víctimas de abuso.
Hago un llamado a toda la Compañía y a los hombres y mujeres con quienes nos asociamos en misión para unirnos con toda la Gente de Dios con el deseo de responder al llamado del Papa Francisco. Nuestra forma de actuación nos vincula de una manera especial con el Santo Padre para el mayor servicio de la Iglesia. Por nuestra parte, hagamos todo lo posible para colaborar en resarcir esta situación en la Iglesia. El Papa nos recuerda en su carta: La dimensión de penitencia con el ayuno y oración nos ayudará como Gente de Dios a presentarnos ante el Señor y ante nuestros hermanos y hermanas heridos como pecadores, implorando perdón y la gracia de la vergüenza y conversión. De esta manera, surgiremos con acciones que puedan generar dinámicas en armonía al Evangelio.
Acojamos con apertura y creatividad la invitación a la oración y penitencia que se nos ha dado como la Gente de Dios: el ayuno y la oración pueden abrir nuestros oídos al dolor silencioso que sienten las y los niños, personas jóvenes y los discapacitados. Un ayuno que nos haga sentir hambrientos y sedientos de justicia y nos impulse a caminar en la verdad, apoyando a todas las medidas judiciales que puedan ser necesarias. Un ayuno que nos sacuda y nos exhorte a estar comprometidos en verdad y caridad con todos los hombres y mujeres de buena voluntad y con la sociedad en general, para combatir todas las formas de abuso de poder, abuso sexual y el abuso de conciencia.
Yo pido a los Superiores Mayores, Superiores de la Comunidad y directores de los trabajos apostólicos promover iniciativas que propicien, en la diversidad de las situaciones y contextos en los que vivimos, esta forma de oración y penitencia para abrir las puertas de nuestros corazones y nuestros compromisos apostólicos a formas creativas para promover, en todas sus dimensiones complejas, una cultura de protección para menores y personas vulnerables, tal como el Padre Adolfo Nicolás ya nos lo pidió en su carta del 18 de mayo del 2015. Los exhorto a compartir iniciativas y acciones dentro del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús, con otros grupos de la Gente de Dios y con otras personas de buena voluntad, comprometidas a la erradicación de este mal. De esta manera, aprenderemos de otros y haremos más eficaz el proceso del cambio cultural al cual deseamos contribuir.
A través de la intercesión de Nuestra Virgen María, pedimos al Señor por “el dolor y la pena crecientes” en vista del sufrimiento causado por tantos abusos. Le pedimos al Señor que nos acompañe en un proceso real de conversión personal e institucional. Pedimos que Él nos ayude a no decaer en nuestros esfuerzos de promover una nueva cultura de vida en la que todos los seres humanos encuentren protección, justicia y dignidad.
Fraternalmente de ustedes en Cristo,
Arturo Sosa, S.J.
Superior General
Roma, 24 de agosto del 2018