Homilía. Fiesta de San Ignacio 2023.

Jul 31, 2023 | Discursos

Hoy fiesta de San Ignacio de Loyola a partir de las lecturas de este día, ¿qué podemos aprender de él? ¿qué nos comunica su vida? ¿y nosotros, cómo podemos hacer vida lo que San Ignacio nos enseña con miras a hacer de este mundo un espacio más fraterno y conforme al Plan de Dios?

San Ignacio de Loyola fue una persona como nosotros, vivió lo propio de su contexto sociohistórico (quería ser un caballero importante para ganar el favor de una dama muy importante, ¿una princesa?, buscaba la fama, el poder…); algo no diferente a nosotros, pero conforme a nuestro contexto, es decir, de acuerdo con las exigencias que nos impone nuestra realidad, en lo qué debemos hacer, pensar, tener para estar dentro de unos estándares de “importancia”, “de ser vistos y admirados”. Estas exigencias no son otra cosa sino el “becerro de oro” del que nos habla la primera lectura, pues lo que la sociedad actual nos exige – y que trae mucha frustración e insatisfacción a la larga – es que nos hagamos nuestros dioses tangibles, inmediatos, a nuestra medida… que nos salvemos a nosotros mismos (con una buena posición económica, de poder, de imagen…) distanciándonos del Dios Trascedente e inefable, que se nos escapa de nuestras manos el entendimiento de Su Ser.

San Ignacio en su proceso de conversión, iniciado en su convalecencia en Loyola, fue descubriendo que esos valores no tenían sentido, al final había una sensación de estar vacío por dentro; en cambio, cuando miraba a Dios y los valores que Él le invitaba a vivir, había una sensación de que la vida le ofrecía un horizonte con sentido. Este proceso de conversión lo fue llevando a mirar que no era a él mismo a quien tenía que buscar salvar, sino que tenía que “ayudar a salvar a otros”, dicho de otro modo, que somos mediadores (como Moisés), que la felicidad no se consigue en soledad sino en el caminar con otros y otras, en la búsqueda para que cada persona llegue a ser aquello para lo que fue creada.

Esta creencia de que los jesuitas estamos aquí para “ayudar a salvar a las otras personas”, es decir, ayudar para que sus posibilidades de vivir en plenitud sean mayores, esto es lo que ha llevado a muchos de los hermanos jesuitas a dar su vida por el bien de los demás, tenemos grandes santos que se negaron a sí mismos para decirles sí a otras personas: San Pedro Claver, esclavo de los esclavos africanos llegados a América, el Padre Pro, quien hasta se disfrazaba de diferentes oficios para llegar a las personas que necesitaban del consuelo espiritual en un tiempo de persecución; y bueno, el año pasado Javier y Joaquín, nuestros hermanos que, por auxiliar sacramentalmente a un moribundo, fueron también asesinados.

¿Qué quiero mostrar con esto último? Que algo que nos enseña, también, San Ignacio y que lo aprendió muy bien a través del “conocimiento interno del Señor Jesús”, es que el Reino de los cielos no es espectacular, sino que puede pasar inadvertido; que es como la semilla de mostaza, que va actuando poco a poco sin que se note mucho pero que, finalmente, puede ser cobijo y lugar seguro para otros en sus ramas; o como la levadura que, dando de sí, va fermentando poco a poco, así nosotros hemos de ir dando de nosotros mismos para que las demás personas crezcan.

En fin, creo que el mensaje de San Ignacio, en este día bien puede ser:

No es necesario mirar a lo lejos sino a lo trascendente, a lo que es necesario apostar y confiar, no por la certeza de que lo podemos tocar o medir, sino porque sabemos que podemos fiarnos de Dios, quien está de nuestra parte y desea nuestro mayor bien; también, que en el camino de la salvación no podemos buscar nuestro bien únicamente personal, sino que hemos de buscar el bien común, ayudar a las demás personas a crecer, a “salvarse”. Así, pues, nos enseña que es necesario abrir los ojos y mirar cómo en lo pequeño, en lo escondido, ya está presente el Reino de Dios.

Pidamos a San Ignacio de Loyola que nos abramos a la acción del Espíritu que nos invita una y otra vez a la conversión, para que cuidemos de las demás personas y de la creación, y así podamos “en todo amar y servir” al Señor en sus criaturas.

 

 

—P. José Francisco Méndez Alcaráz, S.J.

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