Señor Jesús, que sufriste la pasión en la Oración del Huerto y en la Cruz sintiendo el silencio, la soledad, el abandono.
Nosotras y nosotros, que buscamos a quiénes nos fueron arrebatados, a quiénes nos desaparecieron, vivimos una pasión que parece no terminar, pues día y noche experimentamos:
El silencio doloroso, ya no escuchamos sus voces, sus risas…
La ausencia… en la mesa para compartir el pan, la ausencia de sus abrazos, la ausencia de su estar…
Hay abandono por parte de las autoridades e instituciones que deberían velar por la seguridad de todas las personas. Necesitamos empatía y compromisos para avanzar hacia la verdad.
Como Tú, en el huerto de los olivos y en la Cruz experimentamos incertidumbre…
Sin embargo, como Tú, seguimos esperanzados en que el Padre-Dios tiene la última Palabra, por eso:
El silencio se vuelve sonido, la palabra y la memoria, se vuelven lucha cotidiana.
La ausencia física se vuelve abrazo, presencia y recuerdo vivo que mueve corazones y voluntades para continuar la búsqueda. Queremos saber ¿dónde están?
El abandono de las autoridades se vuelve solidaridad y sororidad entre nosotras y nosotros, que nos acompañamos, nos consolamos, nos sostenemos cuando parece que tropezamos y caemos.
Señor, Jesús, enséñanos a vivir, en medio de la incertidumbre; sé para cada una de nosotras y cada uno de nosotros el consuelo, la fortaleza, la paz y la esperanza.
Señor, Jesús, enséñanos a equilibrar nuestros deseos de encontrar a quienes nos han robado con el cuidado y atención de quienes tenemos en casa, pues ellas y ellos también sufren la herida de la desaparición. Guíanos, Señor, para no abandonar nuestro deseo de verdad y, también, para seguir atesorando y cuidando a quienes nos esperan en casa.
Señor, Jesús, en tu Evangelio conocemos de tu amor misericordioso sin límites, para ti nadie es extraño, por eso te pedimos que cuides de nuestros padres, madres, hijos, hijas, hermanas, hermanos, amigas y amigos, que nos han sido arrebatados, ayúdales a liberarse para que puedan volver a su familia y a su tierra, cuida de ellas, dales fortaleza y paz mientras nuestros esfuerzos por encontrarles dan fruto.
Por último, Señor, Jesús, envía al Espíritu del amor, de la compasión para que inspire y mueva los corazones de quienes se los y las llevaron para que les den la libertad y puedan reunirse nuevamente en familia.
Mantén, Señor, nuestros corazones fuertes y nuestra memoria viva, para que sigamos buscando con esperanza. ¡Hasta encontrarles!
Amén.
Que todos los esfuerzos y corazones que mueven a la Glorieta de las y los desaparecidos en México perdure como un espacio de memoria, pero sobre todo de fortaleza.