El pasado 7 de diciembre, la Compañía de Jesús en México celebró la Fiesta de los Jubilares 2024 en las instalaciones de la Curia Provincial. Esta ocasión especial nos invita a reconocer y dar gracias por la vida y el testimonio de aquellos jesuitas que, con su entrega, han dedicado décadas al servicio de Dios, la Iglesia y el mundo.
Este año, celebramos a:
- 60 años en la Compañía de Jesús: Pedro Arriaga, Carlos Espinosa, José Amado Fernández, José María Sanzberro, Pedro de Velasco y Víctor Verdín.
- 75 años en la Compañía de Jesús: Federico Brehem y Carlos Escandón.
- 50 años de Sacerdocio: Pepe González y Pedro de Velasco.
- 60 años de Sacerdocio: José Guadalupe Quezada y Federico Brehem.
- 50 años de Últimos Votos: Hugo Zermeño.
Asimismo, recordamos con cariño a nuestros hermanos Fernando Fernández Font y Salvador Treviño, quienes celebran desde el Cielo este jubileo con nosotros.
A continuación, les compartimos la homilía del P. Provincial Luis Gerardo Moro Madrid, S.J:
Muy queridos hermanos jubilares, hermanos jesuitas, familiares y amigos de nuestros festejados, queridos todos.
Qué fácil se escucha: cumplen 60 años de Compañía: Pedro Arriaga, Carlos Espinosa, José Amado Fernández, José María Sanzberro, Pedro de Velasco, Víctor Verdín; 75 años de Compañía: Federico Brehem y Carlos Escandón; 50 años de Sacerdocio: Pepe González, Pedro de Velasco; 60 años de sacerdocio: José Guadalupe Quezada y Federico Brehm y 50 años de últimos Votos, Hugo Zermeño. Tenemos presentes, también, a Fernando Fernández Font y a Salvador Treviño quienes ya celebran desde el Cielo. Se escucha fácil, pero esos años representan TODA una vida.
Por eso, HOY estamos de fiesta, nos hemos reunido para agradecer a Dios, las bendiciones recibidas a través de estos hermanos nuestros. Y no sólo celebramos los años de permanencia en la Compañía y su servicio al Pueblo de Dios, sino también la fidelidad de Dios que ha guiado sus pasos a lo largo de sus vidas. Esta fiesta es un momento para recordar que, a pesar de las dificultades y desafios de la vocación, siempre hay razones para celebrar con agradecimiento al Señor, por tanto bien recibido.
A nadie resulta extraño el haber escuchado que vivimos en una época crítica, de crisis, apocalíptica, distinta, donde el compromiso y las relaciones humanas son más bien frágiles, temporales, muchas veces instrumentalizadas, o que carecen del gozo que da el compartir, convivir, estar con otras personas, celebrar. Más aún, en el día a día vemos cómo los intereses individuales prevalecen y se debilita la dimensión comunitaria de la existencia. Observamos con dolor cómo «el mercado» es el gran becerro de oro, que ha convertido a las personas en mercancía, máquinas de producción, consumidores o espectadores…
Como sociedad hemos ido perdiendo el sentido de responsabilidad frente a los otros, frente a los cercanos y a los diferentes, frente al hermano pobre y vulnerable… y mientras, sigue creciendo una cultura de lo inmediato, del yo sin el nosotros y, por lo tanto, vacía, sin proyecto común.
Frente a esta realidad, celebrar los jubileos de estos hermanos nuestros es un momento de esperanza y de gozo, pues descubro en sus vidas dos pilares fundamentales de toda vocación humana, pero, sobre todo de nuestra vocación como jesuitas, y que bien pueden ser elementos de reflexión para responder a la realidad que nos toca vivir. Estos pilares que hoy encuentro en Ustedes queridos hermanos son: Acogida y perseverancia.
Acogida
A qué me refiero. La acogida es una virtud incuestionable, que se educa y cultiva, algo que aprendemos en nuestras familias, en primer lugar. La acogida es importantísima, para nuestra vocación como jesuitas, en dos sentidos: a) como aceptación de la vocación, y b) como apertura para sentirnos responsables de las demás personas.
- a) La aceptación de la vocación.
Acoger es salir al encuentro del otro, de la otra, y el Señor nos ha salido al encuentro, se ha hecho presente ahí donde estamos y nos ha llamado a estar con Él, para más amarlo y más seguirlo en su misión. El Señor nos llama y en nosotros está acoger su llamada. Y para acoger esta vocación es necesario ponderar el valor y el significado existencial que tiene para nosotros, es decir, reconocer Quién y a qué nos llama; y los jesuitas nos sabemos llamados por Cristo nuestro Señor, Rey Eternal y Señor de todas las cosas; razón por la que no podemos hacernos sordos sino estar prestos y diligentes para escuchar el llamado e ir tras El, ofreciendo todo lo que somos y tenemos [EE, 95 – 98]. Pues bien, esa vocación USTEDES, mejor que nadie, la han acogido/aceptado reconociéndose pecadores, pero amados y perdonados, pequeños para la misión, pero confiados en que Él está de su parte y, por ello, dispuestos a la invitación y a recibir una misión, no confiando en sus fuerzas, sino en la gracia que El Señor les ha dado. De eso soy testigo.
Gracias, queridos hermanos por vivir su vocación con alegría y agradecimiento.
- b) Pero la acogida también significa «apertura para sentirnos
responsables de las demás personas»
La acogida abre puertas tanto en el que recibe como en el que es recibido, a diferencia del rechazo y la exclusión que cierran toda puerta.
La actitud para acoger a toda persona requiere de estar despiertos, atentos, alertas para reconocer que quien se acerca es mi hermano, mi hermana, o sea, hijos de un Padre en común, no importando sus propias características o su situación particular. Y acoger a los demás nos compromete a buscar lo mejor para ellos y ellas, a buscar la construcción de un mundo más justo y más fraterno, y al mismo tiempo, mirar y atender sus necesidades y carencias, pues toda acogida tiene una dimensión cristológica: al acoger a los demás acogemos a Cristo mismo (Mt. 25).
Hermanos, USTEDES nos han enseñado, lo que significa VER POR LOS DEMÁS, «cuidar a las almas» , gracias, muchas gracias por su testimonio de amor.
Perseverancia
Finalmente, el segundo pilar, perseverancia. La perseverancia es un sello distintivo de nuestra vocación y, ante un mundo de relaciones frágiles, se convierte en un signo profético. Llegar a los 50, 60 y 75 años de vida consagrada y Sacerdocio no es una tarea fácil, requiere, no sólo de haber acogido el llamado, sino de una fe profunda, una confianza inquebrantable en Dios y una entrega y disponibilidad total; y nuestros hermanos, son testigos de que con la gracia de Dios es posible mantenerse firmes en el camino, superando pruebas y dificultades con alegría y esperanza.
Frente a la exigencia continua de la inmediatez, vivir el momento… la perseverancia nos muestra que todo bien, todo valor humano y cristiano, como el amor, la justicia y la solidaridad, han de ser conquistados cada día, que es un proceso continuo de búsqueda y lucha por construir un mundo como Dios desea. La perseverancia nos enseña que es importante mantenerse firmes ante las dificultades que podemos encontrar en el camino, apoyados en la confianza en que Dios que nos llamó y empezó esta buena obra, la perfeccionará y la llevará a buen término.
Recordemos que, para San Ignacio, la perseverancia no es resultado de voluntarismo, sino que mucho tiene que ver con la acción de Dios y por ello, nos invita a poner toda nuestra esperanza en Dios [Co 812], procurando mantenernos firmes, poniendo los medios que nos unen a Dios y nos disponen para llevar adelante la misión [Co 813]. Es decir, la perseverancia depende de la gratuidad de Dios y la colaboración nuestra, de la fidelidad al don recibido y la acogida a Dios y a su acción en cada uno de nosotros.
Hermanos jubilares, agradezco al Señor su testimonio de acogida y de perseverancia. Pidamos al Señor que, siguiendo las enseñanzas de San Ignacio, nos mantengamos firmes y perseverantes en nuestra vocación y propósito de gastarlo todo en las cosas de Dios (Cfr. Au 11), pese a las dificultades propias de nuestro tiempo, que nada nos detenga en nuestro caminar y entrega en favor del Pueblo de Dios para que seamos mensajeros de esperanza.
San Ignacio de Loyola invita en las Constituciones a comunicar lo que se va viviendo «para consolación y edificación mutua en el Señor» [673], por eso, ahora abro el espacio para que, quien guste, comparta sus experiencias o sus agradecimientos.
Muchas gracias.