El pasado 2 de noviembre se llevó a cabo un encuentro para celebrar los 30 años del Voluntariado Jesuita México, anteriormente conocido como Servicio Jesuita de Jóvenes Voluntarios. El evento se realizó en el Centro de Exploración y Pensamiento Crítico (CEX) de la Ibero Ciudad de México y reunió a coordinadores y exvoluntarios que han sido parte de este proyecto. Fue una jornada para revivir historias, compartir experiencias y celebrar tantas vidas transformadas a lo largo de tres décadas.
El encuentro comenzó con una cálida bienvenida, introduciendo la temática del evento, inspirada en la analogía de un tatuaje: una marca que cuenta una historia. Se invitó a los asistentes a rememorar su experiencia de voluntariado, destacando aquellos momentos fundamentales que han quedado grabados en sus corazones como recordatorios de un Dios encarnado que se hace presente en la comunidad.
Revivir historias que calientan el corazón
A lo largo del día, se ofrecieron distintos espacios para que los participantes compartieran sus historias. Estas narraciones, llenas de anécdotas chuscas, emotivas, tristes, dolorosas, esperanzadoras y amorosas, fueron reflejo de las vivencias durante su voluntariado. La comida sirvió como un momento clave para continuar estrechando lazos. Los pequeños grupos espontáneos crecieron hasta formar un gran círculo en el que todos fueron bienvenidos. Las barreras generacionales, de proyectos o de amistades se desdibujaron, creando una atmósfera de unidad y pertenencia, tejida desde la gracia de un mismo cuerpo.
Mirar y reconocer
Uno de los momentos más significativos fue la toma de una fotografía grupal al estilo familiar, un gesto simbólico para fijar el encuentro en el tiempo. Durante una actividad reflexiva, los asistentes recuperaron las características particulares de las «marcas» que el voluntariado dejó en sus vidas y reflexionaron sobre cómo esas experiencias han dado forma al camino que Dios ha trazado para cada uno de ellos.
El micrófono abierto permitió a los exvoluntarios compartir generosamente sus vivencias. Estas historias, cargadas de profundidad y autenticidad, nutrieron un ambiente de confianza y empatía. Al escuchar las experiencias de los demás, los participantes encontraron similitudes que les permitieron reconocerse como parte de una comunidad más grande. Fue un recordatorio de que entre ellos estaba el Maestro de Galilea, quien, a través de la esperanza, volvía a encender sus corazones.
Celebrar tanto bien recibido
El encuentro culminó con una eucaristía, un momento para celebrar los frutos de estos años de voluntariado. Las anécdotas y experiencias se entrelazaron como un collage que abarcó desde la Tarahumara hasta Bachajón, que sumaron más de los 153 peces del evangelio de la pesca milagrosa. También se rindió homenaje a quienes fueron pieza clave en estas experiencias y que ahora descansan en la casa del Padre.
El evento fue una ocasión para agradecer las vidas transformadas por el voluntariado y reafirmar el compromiso de seguir construyendo un mundo más digno y humano. Se pidió a Dios la gracia de muchos años más para continuar compartiendo esta experiencia que conmueve corazones, inspira a las nuevas generaciones y da sentido a la vida al caminar junto a otros.