—Alejandro Guerrero Reynoso, S.J.
1. NOS REUNIMOS PARA COMPARTIR Y ANIMAR EL CORAZÓN
Durante la mañana del día 19 de febrero fuimos llegando a la casa de Ejercicios en Puente Grande los compañeros procedentes de los proyectos indígenas de nuestra Provincia.
De la sierra Tarahumara llegaron de Cerocahui, Samachique y Creel. Nos compartieron la alegría de los yumari en los que participaron, en que danzan a Dios nuestros hermanos rarámuri y rarómari. Nos informaron de su proyecto de abrir Centros Culturales en una de las zonas de Cerocahui. Y cómo están participando algunos de ellos en las reuniones del PROFECTAR[1], herencia del Ronco Robles, S.J.
También llegaron de nuestras misiones en Chiapas. Con el regreso de Pepe Avilés a Bachajón están, nuevamente, reorganizándose para mantener vivos los cinco centros (Bachajón, Chilón, Jethá, Sajcún y Guaquitepec Citalá), atender el caminar de la Iglesia Autóctona y la formación de los diáconos y catequistas y mantener los proyectos promocionales y organizativos.
De la Misión Santísima Trinidad nos compartieron, igualmente, los esfuerzos y avances en el acompañamiento a la Iglesia Autóctona.
Nuestros hermanos de Huaya relataron la visita de Alfredo a Florida a ver las condiciones de los trabajadores agrícolas que están llevando a ese lugar, principalmente, desde los pueblos indígenas de Chiapas. Y, también, la alegría de la inauguración del nuevo edificio e instalaciones de la radio.
Completamos los asistentes con un compañero de Tatahuicapan y dos que colaboran en La Noria, asentamiento purépecha donde colaboran escolares de Primera Etapa.
También nos acompañó toda la reunión Sergio Anzures, de la Fundación Loyola. Nos ayudó a coordinar trabajo para fortalecer la identidad, misión y organización de la Red.
De todo lo que compartimos en pequeños grupos de cinco personas los principales temas que surgieron fueron: el acompañamiento de la Iglesia Autóctona y el fortalecimiento de la cultura como cultivo del Evangelio. Los principales retos que se nos presentan son: la migración, el crimen organizado, la salud mental, el acompañamiento entre los jesuitas, el conseguir financiamiento y el trabajo administrativo en las obras. Las obras y apostolados indígenas hoy son un aporte importante al sector social.
El día 20 nos acompañaron Luis Gerardo, nuestro Provincial y Jorge Atilano, Asistente de lo social. Al final de la reunión nos compartieron su preocupación por los proyectos de esta Red; los retos que se le presentan, principalmente, por la disminución de los jesuitas; la poca disponibilidad de algunos jesuitas para ir a los lugares de los proyectos indígenas, con las exigencias del aprendizaje de la lengua y la inserción en la cultura; la formación de los laicos para la colaboración en los proyectos de la Red. Terminó Luis Gerardo con la siguiente pregunta: ¿Dónde y cómo queremos estar?

2. OPTAR POR LOS PUEBLOS ORIGINARIOS HOY
Javier Ávila recuperó de los archivos de la Tarahumara un documento del Obispo del Vicariato, elaborado en tiempos de José Llaguno, sobre la opción de la Misión a los pueblos indígenas. El documento está fechado en 1982. Nos hizo una síntesis provocadora del documento y nos envió a reflexionarlo en grupos.
Se recuperaron algunos sucesos que dan el contexto de esa opción. En 1965 había terminado el Concilio Vaticano II invitando a la Iglesia a una apertura a reconocer las señales del Reino en todos los pueblos. En este Concilio estuvieron los obispos de la diócesis de San Cristóbal Samuel Ruiz y José Llaguno, obispo del Vicariato de la Tarahumara. Hubo en Latinoamérica un grupo de obispos que impulsaron la inserción y el fortalecimiento de la Iglesia Autóctona.
También la Compañía de Jesús se sumó a ese nuevo impulso de la Iglesia. En América Latina los Provinciales se reunieron para reflexionar cómo aplicar en nuestras Provincias el impulso del Concilio. De esa reunión de Río de Janeiro regresó el Provincial de México convencido de que era necesario ser coherentes con el impulso del espíritu. En la Provincia Mexicana se iniciaron una serie de cambios que se sumaron a la acción de ese grupo de obispos.
En los grupos de reflexión se recuperan y actualizan las diversas posiciones que señala el documento ante los pueblos indígenas de las que diferimos: el considerar a los indígenas como seres inferiores; o el de algunas instituciones oficiales que pretenden integrar al indígena en el sistema nacional por medio de mecanismos que los utilizan con fines políticos; o la posición de otras confesiones religiosas de origen extranjero que consideran al indígena como gente a la que hay que sacar de la ignorancia cultural y de sus errores religiosos para llevarlos a la salvación, que fomentan el individualismo y debilitan a la comunidad; o la posición que tiende a civilizar y educar a los indígenas para incorporarlos a la cultura occidental. Y otra posición que se ha sumado a las anteriores es la de considerar al pueblo indígena como un objeto turístico, en el que se les explota el colorido y riqueza de sus artesanías y tradiciones, y la belleza de sus territorios.
Quedó muy claro que los pueblos indígenas nos siguen ofreciendo una perspectiva del Reino que viene a ser una alternativa para nuestro mundo occidental. Confirmamos que los indígenas son diferentes, pero no son, ni más, ni menos que nosotros, somos diferentes y en eso hay riqueza: valores comunitarios, una nueva visión de la casa común para defenderla y cuidarla, y la experiencia del Dios de la vida presente en la comunidad y en la naturaleza. Nuestra misión es caminar con ellos, acompañarlos en sus luchas y proyectos. Que sigan siendo ellos quienes decidan su historia. Las opciones están movidas por convicciones y al mismo tiempo conllevan unas exigencias. Estas misiones requieren de permanencia, estabilidad y preparación (sobre todo en la lengua). ¿Cómo estamos viviendo la inserción?
Termino con un breve párrafo del documento: No. 20. “Creemos que no podemos ofrecer esta inspiración desde fuera de su cultura, es decir, que es esencial un acompañamiento cercano en su vida diaria y en sus expresiones y celebraciones tradicionales. De este acompañamiento brotará una verdadera amistad que no juzga sino aprende. Y sólo desde esta cercanía podremos aportar una inspiración al cambio sin atropellar al hombre y su vida”. La amistad es esencial en el trabajo con pueblos originarios. En ello nos dejaron un gran testimonio Gallo y Joaquín. La gente no siente que perdió únicamente dos sacerdotes sino dos grandes amigos.

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REFLEXIÓN DESDE LA TEOLOGÍA NARRATIVA: LA LIBERTAD DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
En un primer momento, Félix, que acompaña al pueblo rarámuri de Samachique, nos motivó a compartir algún relato que nos hubiera impactado en relación al a la libertad y autonomía de los indígenas y en ello encontrar el Dios que se nos revela. Félix abría la conversación motivándonos a reconocer que Dios se ha comunicado de diversas maneras y formas con el ser humano, haciendo referencia a la carta a los Hebreos, y así lo ha hecho con el pueblo rarámuri. Baja Dios y armoniza la naturaleza y la comunidad. Dios se sigue comunicando con los pueblos originarios y mucho tiene que ver con su libertad. Desde esa experiencia de Dios que ellos viven y transmiten es que reconocemos ese Dios de la libertad. ¿Cuándo me he detenido contemplando y he expresado “qué libres son”?
Nos dio esta motivación para provocar en nosotros el compartir sobre cómo hemos experimentado a Dios en el acompañamiento al pueblo indígena al que hemos sido enviados y si hemos sido testigos de su libertad y autonomía.
Escuchamos relatos muy ricos de enseñanzas y buenas noticias en los grupos. Surgieron una gran diversidad de temas relacionados: resistencia, minorías, luchas por el territorio, rituales que expresan el respeto y amor a la tierra y los manantiales, identidad, y la autonomía con que actúan ante la Iglesia y el gobierno.
Reflexionamos cómo los pueblos indígenas han vivido diferentes procesos. En unos lugares han sido despojados de sus territorios y/o de su autonomía; en otros lugares, aún con muchas dificultades, la conservan y luchan por continuar así. Es una autonomía que funciona como un caracol, hacia adentro fortaleciendo su identidad y, hacia afuera está orientada hacia la libre autodeterminación de los pueblos.
Sin embargo, en su autonomía, los indígenas tienen un centro en su comunidad-Iglesia, fortaleciéndose con sus ritos, con el compartir de los alimentos en las fiestas…, pues su libertad es lo que les permite ser felices. Y, claro, viven con una serie de obstáculos a su libertad y autonomía: algunos programas de gobierno dirigidos a controlarlos; la migración que provoca la falta de trabajo y la escasez; la enfermedad y la falta de recursos para la salud…
En este proceso de compartir nuestras experiencias todos manifestamos que nuestra vida acompañando a los pueblos originarios ha sido una buena noticia. Nos han compartido una imagen del Dios de la vida, siempre presente en las criaturas, y comunitario, siempre incluyente y compartido. Y vamos aprendiendo de su alegría y su libertad.
Concluimos nuestra reflexión haciéndonos la pregunta sobre ¿Qué quiere Dios de nosotros en el envío a los pueblos originarios? ¿Qué es lo que los mismos pueblos nos piden? Hasta ahora hemos dado diversas respuestas, pero las más efectivas han sido aquellas donde ha habido acompañamiento y perseverancia. Estando presentes con humildad y sencillez caminando con ellos.

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[1] Proyecto de Fe Compartida Tarahumara







