El padre espiritual en el magisterio pontificio

Ago 10, 2025 | Noticias

—Jaime Emilio González Magaña, S.J.

Este material fue expuesto en el XXXV Curso sobre el Fuero Interno organizado por el Dicasterio de la Penitenciaría Apostólica, en Roma, el 26 de marzo de 2025.

 

En el Magisterio del Papa Benedicto XVI

 

El pontificado de Benedicto XVI ha sido rico en hacer algunas referencias al tema de la paternidad espiritual del sacerdote, en particular en los diversos mensajes, alocuciones y homilías que pronunció con ocasión de la convocatoria del Año Sacerdotal entre 2009 y 2010. En estos documentos exhorta a los sacerdotes a crecer y madurar hacia una paternidad apostólica cada vez más auténtica. En esa ocasión, se propuso la figura de San Juan María Vianney como modelo de la «paternidad espiritual» de los sacerdotes. En la homilía de la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo[1], el 11 de junio de 2009, el Papa invitó a los sacerdotes a alcanzar la verdadera «fecundidad espiritual», permaneciendo, como el Cura de Ars, unidos a Jesucristo en la Eucaristía:

 

Me dirijo en particular a vosotros, queridos sacerdotes, a los que Cristo ha elegido vivir su vida junto a él como sacrificio de alabanza por la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podéis obtener la fecundidad espiritual que genera esperanza en vuestro ministerio pastoral. Cada día el Cuerpo y la Sangre del Señor nos comunican el amor libre y puro que nos hace dignos ministros de Cristo y testigos de su alegría. Esto es lo que los fieles esperan del sacerdote: el ejemplo de auténtica devoción a la Eucaristía; quieren verlo pasar largos períodos de silencio y adoración ante Jesús, como lo hizo el santo Cura de Ars, a quien vamos a recordar de modo especial durante el ya inminente Año Sacerdotal[2].

 

En su homilía[3] del 26 de septiembre de 2009, pronunciada en la catedral de san Vito, san Wenceslao y san Adalberto en Praga, con ocasión de su viaje apostólico a la República Checa, el Pontífice vincula la paternidad espiritual de los obispos y sacerdotes con la figura evangélica del Buen Pastor, para que también ellos deseen «darse a sí mismos» por el bien de las almas que les han sido confiadas.  subrayando también cómo el Cura de Ars se propone a los seminaristas y formadores como ejemplo de «pastor totalmente dedicado a Dios y a las almas»:

 

Os corresponde ante todo a vosotros, obispos y sacerdotes, trabajar incansablemente por el bien de aquellos que os han sido confiados. Inspiraos siempre en la imagen evangélica del Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, las llama por su nombre, las conduce a lugares seguros y está dispuesto a darles la vida (cf. Jn 10, 1-19). Y a vosotros, queridos jóvenes, que estáis en seminarios o casas de formación, cuidaos de adquirir una sólida preparación cultural, espiritual y pastoral. Que, en este Año sacerdotal, que he proclamado para conmemorar el 150 aniversario de la muerte del santo Cura de Ars, la figura de este Pastor totalmente dedicado a Dios y a las almas sea un ejemplo para vosotros, plenamente consciente de que su propio ministerio, animado por la oración, ha sido su camino de santificación[4].

 

En su discurso[5] a los obispos recién ordenados, el 21 de septiembre de 2009, el Papa propuso a los presentes la imitación de Jesucristo, el Buen Pastor, como el camino a seguir para «ejercer responsablemente» el ministerio episcopal y también los exhortó a mantener una «responsabilidad paterna» en cuanto al cuidado de los sacerdotes que les serán confiados:

 

La imitación de Jesús, el Buen Pastor, es para todo sacerdote el camino obligado para su propia santificación y la condición esencial para ejercer responsablemente su ministerio pastoral. Si esto es cierto para los sacerdotes, lo es aún más para nosotros, queridos hermanos en el episcopado […] El nuevo sacerdote decide encomendarse al obispo y, por su parte, el obispo se compromete a custodiar esas manos. Considerada con atención, se trata de una tarea solemne que se traduce en una responsabilidad paterna del Obispo en la custodia y promoción de la identidad sacerdotal de los sacerdotes confiados a su cuidado pastoral[6].

 

En el Magisterio del Papa Francisco

 

El Papa Francisco, en numerosos discursos y documentos, subrayó la importancia de esta figura como herramienta esencial para el crecimiento humano, espiritual y pastoral. Para él, la misión del padre espiritual en la formación sacerdotal es uno de los aspectos cruciales de la vida de los seminaristas y de los futuros sacerdotes. El director espiritual es, ante todo, un guía en la vida interior del seminarista, porque está convencido de que la vida espiritual, de hecho, representa la base de toda vocación sacerdotal. Es a través del camino interior que el sacerdote puede aprender a discernir la voluntad de Dios, a vivir de manera auténtica su propia consagración y a ejercer una pastoral que no es superficial, sino profunda.

 

Muy frecuentemente hizo referencia a la importancia de una espiritualidad auténtica que hunde sus raíces en la oración diaria, en la meditación de la Palabra de Dios y en la reflexión sobre las experiencias concretas de la vida. El director espiritual, en este contexto, se convierte en quien ayuda al seminarista a cultivar y profundizar esta vida interior, guiándolo incluso en los momentos de dificultad o crisis y, por tanto, el padre espiritual se convierte en un auténtico testigo de la vida cristiana. Presta mucha atención al ejemplo que el padre espiritual debe dar al seminarista. El padre o director espiritual no es sólo un consejero, sino que debe ser un testigo de auténtica vida cristiana. Francisco enfatiza que debe encarnar los valores cristianos, como la humildad, la caridad, la disponibilidad y la alegría de vivir el Evangelio. Invitó a los directores espirituales a no caer en la tentación de convertirse en «profesionales» de la espiritualidad, sino a vivir su fe con sencillez y sinceridad. Su papel no es ser autoritarios, sino suscitar la confianza y el respeto de los seminaristas a través del ejemplo de una vida coherente y auténtica.

 

Otro elemento fundamental en el enfoque del Papa Francisco se refiere a la dimensión comunitaria de la formación sacerdotal. El padre espiritual, aunque es una figura individual, nunca trabaja de forma aislada, sino que se inserta en un contexto comunitario. El Santo Padre insistía siempre en la importancia de formar sacerdotes que vivan su vocación en comunidad, que sepan escucharse y apoyarse mutuamente. El pontífice enfatizaba a menudo la importancia de la fraternidad y de la sinodalidad, elementos que deben impregnar también la formación sacerdotal. En este sentido, el director espiritual no solo ayuda al seminarista en su crecimiento individual, sino que también promueve una cultura del compartir y de atención a los demás, fomentando un ambiente en el que la comunidad pueda crecer unida en la fe.

 

La figura del director espiritual, según el Papa Francisco, también tiene una misión fundamental en el discernimiento vocacional. La vocación sacerdotal no es un camino preestablecido y lineal, sino un camino de continua búsqueda y descubrimiento de la voluntad de Dios. El director espiritual ayuda al seminarista a discernir sus deseos más profundos y a comprender cómo estos pueden desembocar en la llamada al sacerdocio. En este proceso, el Papa destacó la importancia de la libertad interior, la paz del corazón y la conciencia de que la vocación es un don que viene de Dios. El director espiritual, por tanto, debe estar atento para fomentar una escucha profunda y un discernimiento que permitan al seminarista responder libremente a la llamada del Señor, sin presiones externas o internas. El Papa Francisco está convencido de que la formación sacerdotal no es solo intelectual o espiritual, sino también pastoral. El sacerdote está llamado a ser un pastor de almas, capaz de cuidar a los fieles en todas sus necesidades. El director espiritual, en este sentido, tiene también la tarea de ayudar al seminarista a desarrollar una pastoral concreta, que sea capaz de responder a las necesidades reales de la comunidad. Por ello, Francisco invita a los formadores a no perder nunca de vista la dimensión pastoral de la formación, que debe estar siempre orientada a poner en práctica la fe, la caridad y la misión evangelizadora de la Iglesia. El director espiritual, por tanto, es también quien ayuda al seminarista a traducir los valores espirituales y las intuiciones en acciones concretas al servicio de los demás.

 

Por último, el Papa reconoció el desafío de la formación de los sacerdotes en la sociedad contemporánea, caracterizada por rápidas transformaciones culturales, sociales y tecnológicas. Siempre fue muy lúcido en reconocer y denunciar que los jóvenes de hoy se encuentran a menudo frente a un mundo que propone valores que están en contraste con la propuesta cristiana. El director espiritual, en este contexto, tiene la tarea de ayudar a los seminaristas a vivir su vocación en un mundo cambiante, pero que necesita más que nunca testigos de esperanza, caridad y verdad, siempre fieles al Evangelio y con una actitud continua de discernimiento para no ser esclavos de ninguna ideología. Francisco nos invitó continuamente a una formación sacerdotal atenta a los desafíos del tiempo presente, pero que nunca pierda de vista lo esencial: la vida en Cristo, la oración, el servicio a los demás y la valentía de ser un «signo profético» en un mundo que necesita testigos creíbles.

 

He aquí algunos elementos significativos y peculiares del magisterio del Papa Francisco. En repetidas ocasiones, el pontífice hizo énfasis en la importancia del ministerio del padre espiritual en la formación sacerdotal, reiterando el papel central que esta figura desempeña en el camino espiritual y humano de los seminaristas. Aunque el Papa no redactó documentos específicos exclusivamente sobre el «ministerio del padre espiritual», sí hizo varias referencias a este ministerio a través de discursos, homilías y cartas, especialmente en lo que se refiere a la formación sacerdotal y al discernimiento vocacional. En la Evangelii Gaudium, el Papa Francisco subraya la importancia de una formación integral de los sacerdotes, que incluye una dimensión espiritual fuerte y profundamente arraigada. Aunque no menciona explícitamente la figura del padre espiritual, afirma que «la formación de los sacerdotes debe ser un camino que les permita vivir y transmitir la alegría del Evangelio». Un aspecto fundamental de este camino es el discernimiento interior, que se realiza a través de un guía espiritual, es decir, a través de la figura del padre espiritual. Según el Papa:

 

La Iglesia «en salida» es la comunidad de discípulos misioneros que toman la iniciativa, que se implican, que acompañan, que dan frutos y celebran. «Primerear, toma la iniciativa»: por favor, discúlpenme por este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor ha tomado la iniciativa, la ha precedido en el amor (cf. 1 Jn 4, 10), y por eso sabe dar el primer paso, sabe tomar la iniciativa sin miedo, salir a su encuentro, buscar a los que están lejos y llegar a las encrucijadas para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de ofrecer misericordia, fruto de haber experimentado la misericordia infinita del Padre y su poder expansivo. ¡Nos atrevemos un poco más a tomar la iniciativa! En consecuencia, la Iglesia sabe «implicarse». Jesús lavó los pies de sus discípulos. El Señor se involucra a sí mismo y a los suyos, arrodillándose ante los demás para lavarlos. Pero inmediatamente después dice a los discípulos: «Si hacéis esto, seréis bienaventurados» (Jn 13, 17). La comunidad evangelizadora se coloca a través de las obras y los gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta las distancias, se rebaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Así, los evangelizadores tienen «olor a oveja» y las ovejas escuchan su voz. Por lo tanto, la comunidad evangelizadora está preparada para «acompañar». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por duros y prolongados que sean. Conoce las largas esperas y la paciencia apostólica[7].

En Gaudete et exsultate, el pontífice aborda el tema de la santidad en la vida cotidiana y, al mismo tiempo que se centra en el camino de santificación de todos los cristianos, se refiere a la necesidad de un guía espiritual que ayude a discernir y vivir la llamada a la santidad. Aunque no habla directamente del padre espiritual en el contexto de la formación sacerdotal, el Papa subraya la importancia de los acompañantes espirituales en todo camino de fe. Para él, el camino de santidad hay que hacerlo de dos en dos, no se puede recorrer solo, sino que necesita guías y acompañantes, que le ayuden a discernir la voluntad de Dios.

 

La santificación es un camino comunitario, que se hace de dos en dos. Esto se refleja en algunas comunidades santas. En varias ocasiones la Iglesia ha canonizado a comunidades enteras que han vivido heroicamente el Evangelio o que han ofrecido a Dios la vida de todos sus miembros. Pensemos, por ejemplo, en los siete santos fundadores de la Orden de los Siervos de María, en los siete beatos religiosos del primer monasterio de la Visitación de Madrid, en san Pablo Miki y compañeros mártires en Japón, en san Andrés Taegon y compañeros mártires en Corea, en san Rocco Gonzáles y Alfonso Rodríguez y compañeros mártires en América del Sur. Recordamos también el reciente testimonio de los monjes trapenses de Tibhirine (Argelia), que se prepararon juntos para el martirio. De la misma manera hay muchas parejas de esposos santos, en las que cada uno de los esposos ha sido un instrumento para la santificación del otro. Vivir y trabajar con los demás es, sin duda, un camino hacia el crecimiento espiritual. San Juan de la Cruz dijo a un discípulo: vives con los demás «para que trabajen para ti y te eduquen en la virtud».[8] Artículo 177).

 

En su encuentro con los participantes en el congreso de la Congregación para el Clero, el Papa Francisco habló explícitamente sobre el papel del padre espiritual en la formación de los seminaristas. Enfatizó que el sacerdote, para ser un buen pastor, debe aprender a estar acompañado espiritualmente, para que él a su vez pueda acompañar a los demás. También instó a los directores espirituales a ser auténticos testigos de la vida cristiana con estas palabras:

El sacerdote nunca puede olvidar que su vida no es una carrera solitaria. Necesita un padre espiritual, que le ayude en el discernimiento de su vocación y que le acompañe en su camino de santificación».[9]

 

En otro discurso a los participantes de la Congregación para el Clero, el Papa habló más directamente sobre la necesidad de una formación humana y espiritual equilibrada para los sacerdotes, destacando el papel fundamental del director espiritual. Recordó que el camino hacia la santidad está lleno de dificultades y el padre espiritual debe ser una figura de apoyo para superar las dificultades internas y para un crecimiento profundo en la fe.

 

Un buen director espiritual no es solo un consejero. Es una persona que, con discreción y discernimiento, ayuda a superar las dificultades internas y a orientar el corazón y la mente hacia Dios[10].

 

En una carta enviada en 2014, al Obispo de Roma (el mismo Papa Francisco) instó a todos los sacerdotes a permanecer en comunión con la Iglesia a través de la formación permanente, y a buscar, en su camino, la guía de un padre espiritual. Refiriéndose en este caso de manera más genérica a la vida sacerdotal, el Papa subraya la importancia de la dirección espiritual como herramienta fundamental para el crecimiento de la vida cristiana de todo sacerdote y subraya que,

 

Todo sacerdote necesita un punto de referencia espiritual, un guía que le ayude a permanecer fiel a su vocación y a crecer en santidad[11].

 

En su discurso a la Curia Romana con motivo de la Navidad, Francisco hizo una referencia implícita a la figura del padre espiritual como una figura que debe tener una actitud de misericordia y compasión hacia los seminaristas. Enfatizó que el sacerdote debe ser una figura que acompañe, corrija con amor y guíe a los jóvenes en el discernimiento vocacional y enfatizó que,

 

Estamos llamados a ser, junto con nuestros hermanos, cómplices en el camino, no solo maestros de doctrina. Debemos aprender a conocer el corazón de los jóvenes, guiándolos hacia el bien con la misericordia y la paciencia de un padre[12].

 

En el contexto de la fraternidad y el acompañamiento, aunque Fratelli Tutti no se centra directamente en la formación sacerdotal, el Santo Padre reiteró la importancia de las relaciones auténticas y mutuamente acompañadas. Esto se refleja en el papel del padre espiritual, que debe ser capaz de establecer relaciones de acompañamiento basadas en la escucha profunda, la misericordia concreta y el discernimiento que conduzca a la verdadera fraternidad.

 

El servicio que prestan, al sumar y guiar, puede ser la base de un proyecto duradero de transformación y crecimiento, que implica también la capacidad de dar paso a los demás en la búsqueda del bien común[13].

 

El Papa Francisco compartió su idea de la figura del padre espiritual cuando explicó su experiencia personal de estar acompañado por el padre Miguel Ángel Fiorito, quien fue su padre espiritual desde que lo conoció en 1961 hasta su muerte el 9 de agosto de 2005[14]. Lo define como un «maestro del diálogo que hablaba poco, pero tenía una gran capacidad de escucha, una escucha capaz de discernimiento, que es uno de los pilares del diálogo». Pero también tenía otro don, pero «más simpático» porque era «el don de bostezar», mientras le abrías la conciencia, a veces el maestro empezaba a bostezar. Lo hizo abiertamente, sin ocultarlo. Pero no era que estuviera aburrido, simplemente se le ocurría y decía que a veces se usaba para «sacar el mal espíritu». Y así se justificó a sí mismo. Al expandir el alma de manera contagiosa, como lo hace el bostezo en el nivel físico, tuvo ese efecto en el nivel espiritual». El Papa evocó un concepto clave que Fiorito tomó del jesuita Hugo Rahner y que llamó «la metahistoria de una espiritualidad», es decir, afirmó que «hay una metahistoria, que a veces no se descubre directamente en los documentos, sino que se basa en la identidad de una inteligencia mística y se debe a la acción continua del mismo Espíritu Santo, invisiblemente presente en su Iglesia visible,  y que es la razón última, pero trascendente, de esta homogeneidad espiritual» que se produce entre diferentes cristianos de diferentes épocas».

 

Fiorito, dijo el Papa, «hace suya la perspectiva desde la que John Henry Newman contempló la Iglesia: la Iglesia católica nunca pierde lo que una vez poseyó […]. En lugar de pasar de una fase de la vida a otra, lleva consigo su juventud y madurez en su vejez. La Iglesia no ha cambiado lo que poseía, sino que lo ha acumulado y, según las circunstancias, extrae de su tesoro cosas nuevas o cosas viejas». A continuación, Francisco describió las principales características que hacían «especial» a su padre espiritual. La primera: «En el acompañamiento espiritual, cuando le contabas tus cosas, él ‘se mantenía al margen’. Reflejaba lo que te pasaba y luego te daba libertad, sin exhortar y sin emitir juicios. Te respetaba y creía en la libertad. Cuando digo que «se mantuvo al margen» -explicó- no quiero decir que no le interesaran o conmovieran tus cosas, sino que se mantuvo al margen, en primer lugar, para poder escuchar bien. Fiorito era un maestro del diálogo, ante todo de la escucha. Diálogo con todos, excepto «con la tentación». Invitó a cualquiera «a no dialogar con el espíritu maligno, con el maligno».

 

El segundo, «no exhortó». «Te escuchó en silencio y luego, en lugar de hablar, te dio un ‘pedazo de papel’ que tomó de su biblioteca». Una tercera característica «es que el Maestro Fiorito no era celoso, escribía y firmaba con otros, publicaba y destacaba el pensamiento de los demás, muchas veces limitando el suyo a simples notas, que, en realidad, como ahora se puede ver mejor gracias a esta edición de sus «Escritos», eran de suprema importancia, porque mostraban lo esencial y la relevancia del pensamiento de los demás». La cuarta característica «es que no emitía juicios. Solo en raras ocasiones. Conmigo, hasta donde puedo recordar, lo hizo dos veces. Y el camino ha quedado grabado en mí. Así es como dictó sentencia. Él te diría: «Mira, lo que dices es lo mismo que dice la Biblia, esta tentación que está en la Biblia». Y luego te dejaba rezar y sacar las consecuencias». Por último, la quinta característica «con los ‘testarudos’ tenía mucha paciencia. Frente a esos casos, que impacientaban a otros, solía recordar que Ignacio había sido muy paciente con Simão Rodrigues. Si eras terca e insistías a tu manera, él te dejaba hacer tu proceso, te daba tiempo. Era un maestro en no apresurar los tiempos, en esperar a que el otro se diera cuenta de las cosas por sí mismo. Respetaba las pruebas». Ignacio, concluyó Francisco, «fue muy paciente. Y Fiorito lo imitó».

 

En resumen, el Papa Francisco ha subrayado repetidamente la misión del padre espiritual como centro de la formación sacerdotal. Aunque no dedicó documentos individuales al papel específico de esta figura, a menudo habló de discernimiento, de acompañamiento espiritual y de la necesidad de una formación equilibrada que combine fe, humanidad y habilidades pastorales. La dirección espiritual, por tanto, es un elemento clave para una auténtica y profunda preparación sacerdotal. Para el Papa Francisco, el padre o director espiritual es una figura central en la formación sacerdotal. Su misión es acompañar al seminarista en el camino del discernimiento, del crecimiento espiritual y pastoral, haciéndolo capaz de vivir su vocación de manera auténtica y fiel.


[1] AAS 101 (2009) 580-583.

[2] Cf. AAS 101 (2009) 582.

[3] AAS 101 (2009) 845-848.

[4] Cf. AAS 101 (2009) 847.

[5] ASS 101 (2009): 859-862.

[6] Cf. AAS 101 (2009) 860.

[7] S. S. FRANCISCO. Exhortación apostólica Evangelii gaudium a los obispos, sacerdotes, diáconos, personas consagradas y fieles laicos sobre el anuncio del Evangelio en el mundo de hoy, pronunciada en Roma, en San Pedro, en la clausura del Año de la Fe, el 24 de noviembre, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo, del año 2013, n. 24.

[8] S. S. FRANCISCO. Exhortación apostólica Gaudete et exsultate, Sobre la llamada a la santidad en el mundo contemporáneo, dada en Roma, en San Pedro, el 19 de marzo, solemnidad de san José, en el año 2018, n. 141.

[9] S. S. FRANCISCO. Discurso a los participantes en el Congreso de la Congregación para el Clero, 2014.

[10] S. S. FRANCISCO. Discurso a los participantes en la Congregación para el Clero, 2016.

[11] S. S. FRANCISCO. Carta al Obispo de Roma sobre el ministerio sacerdotal, 2014.

[12] S. S. FRANCISCO. Discurso a la Curia Romana, 2015.

[13] S. S. FRANCISCO. Carta Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social, dada en Asís, ante la tumba de san Francisco, el 3 de octubre, víspera de la fiesta del Pobre, en el año 2020, n. 159.

[14] En la tarde del 13 de diciembre de 2019, el pontífice participó, en la Curia General de los Jesuitas en Roma, en la presentación de los cinco volúmenes de los Escritos del Padre Fiorito, obra editada por el Padre José Luis Narvaja, S. J., y publicada por «La Civiltà Cattolica».