Una mirada aún muy tierna de La Noria

Una mirada aún muy tierna de La Noria

Por Alejandro Guerrero Reynoso, S.J.

 

Como he aprendido de los pueblos indígenas de Chiapas, hoy pido permiso para compartir algo de lo que he vivido, visto y oído, en la Noria, parte de la colonia La Floresta del Colli, municipio de Zapopan, pero en la zona metropolitana de Guadalajara. Varios compañeros, en otro momento, nos han compartido su experiencia. Ahora les comparto mis impresiones, preguntas y agradecimientos a los habitantes de esta zona. Una mirada aún muy tierna, pero que tiene la importancia de ser la primera.

 

Hace apenas seis meses comencé a visitar esta zona. En el semestre pasado sólo vine pocas veces para celebrar la eucaristía. A partir de fines de enero de 2023 entré a formar parte del EAMI (cuatro Hermanas de la Compañía de María, cinco escolares jesuitas) y, desde entonces, mi participación ha sido constante, todos los sábados que habíamos programado en el equipo.

 

Los compañeros jesuitas y las Hermanas religiosas que han trabajado antes aquí nos han heredado un ambiente favorable para acercarnos a la gente y darnos el regalo de ser recibidos, con gran facilidad, en sus casas. Esta apertura y hospitalidad me ha dado la oportunidad de entrar a eso que es sagrado: escuchar sus experiencias de vida como familia. Su conversación es espontánea y con mucha facilidad hablan de su situación, tanto lo rico, como lo problemático. Y sí, hay un abanico de situaciones que han vivido solos, que han tenido que sobrellevar por mucho tiempo, o que aún continúa. Con lo que comparto en los siguientes párrafos se puede uno imaginar algunas de esas situaciones que han vivido y viven actualmente.

 

La Noria cuenta con un territorio pequeño e irregular (seis calles de la entrada hasta el fondo; pero no con el mismo número de manzanas cada calle; y cinco a lo ancho, con la misma irregularidad). La habitan varias familias purépechas y otras familias de habla español, que proceden de otras colonias o municipios de Jalisco.

 

La capilla de Santa Cecilia es el centro de donde salen nuestras actividades y, también más o menos, centro geográfico de la zona. Esta capilla cuenta con un patio muy amplio en el que se desarrollan muchas actividades con los niños, celebraciones y actividades lúdicas.

 

La Noria continúa siendo un territorio en construcción. Se puede encontrar con una casa grande, muy bien terminada y, por otro lado, una choza levantada con palos y mantas. Contrasta en su interior la desigualdad. Aunque todos participan de la falta de urbanización de las calles, del polvo, la basura y la inseguridad por la falta de cualquier autoridad o reglamento de tránsito. La calle principal es una pista para las motocicletas y autos, que a su paso van dejado detrás una nube de polvo que envuelve a los peatones; a la orilla del cauce de un arroyo (basurero público y lugar a donde varias casas dirigen las aguas negras), límite con otra colonia donde está la parroquia de los Corazones, viven los vecinos el riesgo de inundación en la temporada de lluvia.

 

Esa calle/callejón pegado al cauce del arroyo es peligroso por ser un lugar donde se comercializa la droga y, también, se consume. En esta línea de las adicciones, en todas las calles de la Noria se ve el fin de semana, a grupos de varones consumiendo bebidas alcohólicas. Las fiestas de cumpleaños, las convivencias familiares o entre amigos siempre son con ese tipo de bebidas.

 

La mayoría de los varones y mujeres trabajan fuera de la Noria durante los días laborables. Eso hace que reunirse o pretender tener alguna actividad con ellos, sea difícil. Regresan a casa después de las cinco o seis, las mujeres, o como a las siete los varones. Y quienes no trabajan fuera, atienden su hogar, alguna tienda en su casa o alguna otra actividad productiva. Además de las tiendas existen varias estéticas o peluquerías, tortillerías, y algunos puestos de venta de alimentos en las calles.

 

En la Noria se celebra con música a gran volumen, o se manifiestan con expresiones efusivas; así también los conflictos, los problemas expresados con mucha emoción, corren y se comparten rápidamente. Se ven grandes y fuertes contrastes entre la gran riqueza de los valores y costumbres indígenas, en que participan otras familias mestizas, y los problemas sociales provocados por las carencias económicas de muchas familias, la desigualdad en la educación escolarizada, las consecuencias de las adicciones, la mala alimentación, la violencia.

 

Me ha llamado la atención que en la Noria hay niños, adolescentes, adultos y ancianos. Se da, en forma invisible, el salto de la adolescencia a la vida de pareja. Los jóvenes viven aquí o ya viven con su pareja. De aquí surge la dificultad de encontrar servidores para varios de los servicios en la capilla de Santa Cecilia. Con algo de dificultad, pero sí se encuentra a los servidores que le den seguimiento a las devociones y costumbres religiosas de las familias purépechas. Y en estos servicios, poco a poco, van habiendo algunas familias mestizas que aceptan tomar el cargo como mayordomo. Les cuesta trabajo integrarse, pero de la experiencia aprenderán, purépechas y mestizos, y nosotros con ellos. Es un camino largo de aceptación e integración.

 

Cada sábado, al llegar a la calle donde está la capilla de Santa Cecilia, somos recibidos por muchos niños y niñas que esperan el inicio de las actividades. Nos saludan con mucho cariño y, especialmente las niñas, nos ofrecen un abrazo. Al saludo nunca falta “Lola”, una perra callejera mayor de edad, adoptada por los vecinos, que con una botella de plástico en el hocico y moviendo la cola nos ladra y nos recibe. Este recibimiento ya nos hace el día y nos motiva a entrar en su mundo.

 

Puesto que la capilla y todo el patio se ocupan durante la mañana con las actividades de los niños, que dirigen los miembros del equipo y los voluntarios del ITESO, yo me voy a caminar por las calles. Igual en la tarde, pues la ocupan para la catequesis y, luego, para hacer el aseo antes de la misa. Así, por las calles, camino con un cubre bocas y voy saludando, platico con quien me encuentro o, si las Hermanas me dan algunos nombres de personas que han solicitado algún servicio, las visito en sus casas. Bendición de la casa, confesiones, visita a algún enfermo…, todo me da la oportunidad de entrar a sus casas y a sus vidas.

 

Al fin del día me acerco a la capilla, una media hora antes de la eucaristía, y me siento a un lado, bajo una ceiba de Jalisco, y espero a que alguien llegue a platicar o confesarse. Terminamos el día todos, niños, catequistas, familias, celebrando la eucaristía, compartiendo con Dios nuestra vida.

 

Las familias purépechas de la Noria continúan su relación y pertenencia a sus pueblos en Michoacán. Durante el año varios de ellos viajan ya sea por trabajo, o por asuntos familiares, o por la fiesta, tanto la del pueblo como la de la capilla de Santa Cecilia. De ahí que los valores de comunidad, solidaridad, convivencia, religiosidad, alegría, participación y compartir los bienes sigan vivos entre ellos en la Noria. Se da la reciprocidad, de aquí para allá y viceversa. Son días, los de la fiesta, en que se vive la experiencia de ver a las jóvenes warecitas danzar las pirecuas y, a señores jóvenes, la danza de los viejitos. Se convive y se comparten los alimentos en la casa del Carguero (cargo que dura todo el año, pero que, principalmente, se ocupa de recibir la imagen de santa Cecilia y realizar en su casa el novenario).

 

La feria se ha pegado a la fiesta religiosa y eso desvirtúa, en mi modo de ver, todo lo rico de la fiesta purépecha. Este es todo un tema por tratar y conversar, en concreto la venta de bebidas alcohólicas dentro del patio y fuera de la capilla. Una cosa es lo cultural y, creo, que otra cosa es lo que se mete de fuera en las familias y, luego, se ha introducido en la fiesta. Algo que no hace bien a la comunidad, aunque les deje recursos económicos a los mayordomos.

 

La Noria es un rincón de Guadalajara donde vale la pena estar. Nos sitúa en aquello que debe ser lo importante de nuestra misión, eso que hemos llamado las Preferencias Apostólicas Universales. Una colonia llena de vida con todos los retos y las búsquedas.

 

Me despido pidiendo me disculpen, sobre todo los habitantes de la Noria, por haber hablado. Quizá injustamente, pues siento que aún estoy tocando la orilla de un gran océano hermoso, lleno de vida, pero con grandes riesgos y retos.

Nueva cuenta de Twitter

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Inauguración de la exposición: Edificaciones de la Compañía de Jesús en México, en el Bosque de Chapultepec

Inauguración de la exposición: Edificaciones de la Compañía de Jesús en México, en el Bosque de Chapultepec

Hoy, el P. Luis Gerardo Moro Madrid, Provincial de la Compañía de Jesús en México, presidió la inauguración de la exposición, junto al P. Luis Arriaga Valenzuela, Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en el marco de la celebración de 450 años de la llegada de los jesuitas a México y el 80 aniversario de la Universidad Iberoamericana.

El P. Provincial sostuvo que «Las obras no solo representan el arte de la compañía de Jesús, también son un reflejo de todo lo que hacemos los jesuitas y es para servir a la edificación de las personas, de los pueblos y del Reino de Dios. »

La exposición de fotografías y documentos abarcan cinco siglos de historia, identidad, educación y cultura en nuestro país; desde el año 1572 que llegan los primeros jesuitas a la Nueva España, con mapas de México de Francisco Xavier Clavigero, hasta el momento actual.

Al evento asistieron:

  • Lic. Uriel Dueñas, en representación de la Dirección Gestión del Bosque de Chapultepec.
  • Mtra. Teresa Matabuena Peláez, Directora de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Ibero CDMX.
  • Lic. Luis Uriel Dueñas Gama, en representación de la Dirección Gestión del Bosque de Chapultepec.

 

Visita la exposición en:
🌳Galería Abierta, Rejas del Lago del Bosque de Chapultepec, frente al Museo de Antropología.

📅 Del 24 de abril al 28 de mayo

La devoción de San Pedro Fabro a los Ángeles y a los Santos

La devoción de San Pedro Fabro a los Ángeles y a los Santos

Por Jaime Emilio González Magaña, S.J.

 

Los datos del estado actual de Compañía de Jesús corroboran que compartimos con la Iglesia, momentos y situaciones de incertidumbre y confusión. Asimismo, se percibe poca claridad en lo que podría ser nuestro futuro y, ante esto, la figura de San Pedro Fabro nos debe iluminar en lo que podría ser nuestro testimonio personal si queremos ser fieles al auténtico carisma comunicado por Ignacio, los primeros compañeros y los jesuitas de la primera generación. San Pedro Fabro, fue un apóstol que aprendió a ganar amigos para Dios. Se hacía familiar a ellos con su conversación franca y sincera, y después los animaba a vivir los Ejercicios Espirituales, ministerio del que llegó a ser un verdadero maestro. No hizo otra cosa sino compartir su experiencia personal de búsqueda de la voluntad de Dios y después, su pasión por transmitir a sus amigos los dones y gracias recibidos. Repetía lo que había hecho con él Ignacio de Loyola quien primero supo ganar su amistad y, más tarde, se convirtió en su maestro espiritual. A través de muchos ratos de conversación espiritual en el Colegio de Santa Bárbara, en la Universidad de París, Ignacio fue testigo privilegiado del camino de Pedro Fabro hacia la conversión a Dios, a sí mismo y al servicio de los demás. Su testimonio es evidente:

 

Bendita sea para siempre jamás tal dicha así ordenada de la suma providencia para mi bien y salvación; porque después de ordenado por mano suya que yo hubiese de enseñar al santo hombre, siguió la conversación suya exterior y después el vivir juntos y ser uno de los dos en la cámara, uno en la mesa, y uno en la bolsa. Y finalmente vino él a ser mi maestro en las cosas espirituales, dándome modo para subir al conocimiento de la divina voluntad y de mí mismo y así llegamos a ser una misma cosa en deseos y voluntad y propósito firme de querer tomar esta vida que ahora llevamos los que somos o alguna vez serán de esta Compañía, de la cual yo no soy digno”[1].

 

El 27 de febrero próximo pasado, el padre César Bertolacci, de la Congregación Miles Christi, a quien he mencionado los meses anteriores defendió brillantemente su Disertación para obtener el Doctorado en Teología, con especialidad en Espiritualidad. Entre otros puntos centrales de su investigación, el padre Bertolacci, afrontó la posibilidad de proponer a Pedro Fabro como Co-Patrono o segundo Patrono de los Ejercicios Espirituales. Para ello, profundizó el modo como Pedro Fabro, siendo fiel a las enseñanzas de la Iglesia y de nuestra fe invocaba con frecuencia a los santos, con devoción y constancia, buscando tener muchos abogados e intercesores en el cielo. Presento ahora una parte de su trabajo.

 

1. Pedro Fabro pedía oraciones a otras personas. Su devoción a los Ángeles y a los Santos. Invocaba con predilección su intercesión

 

Pedro Fabro pedía con frecuencia y con insistencia, a San Ignacio y a los otros compañeros suyos, oraciones de intercesión por aquellos a los cuales estaba tratando de ayudar a crecer espiritualmente -fuese mediante conversaciones espirituales, confesiones, Ejercicios Espirituales u otros ministerios apostólicos-. Apreciaba de modo singular estas oraciones porque veía la necesidad y la conveniencia. Por lo mismo, era algo en lo cual se ejercitaba, destacándose en ello. Esto mismo que hemos dicho acerca de sus frecuentes pedidos de oraciones a otras personas, se aplica también a sus pedidos de intercesión a los ángeles y santos, a quienes invocaba con asiduidad y frecuencia. En lo profundo de su corazón ardía un deseo y petición en particular: que Dios le diera muchos abogados en la tierra y en el cielo[2]. Él mismo nos confió los motivos que lo movían a ello: «para que, multiplicados los medianeros, más fácil y más eficazmente se nos aplique todo y más por Cristo nos aproveche»[3]. En el contexto de las características propias de todo buen director de Ejercicios, desarrolla una de ellas que consiste, justamente, en que invoque la ayuda de Dios, los Santos protectores y los ángeles (antes, durante y luego de los Ejercicios). Y también que pida oraciones a otras personas, para que encomienden a los que están ejercitándose. Agregamos aquí una serie de textos selectos que no hemos mencionado allí, y que son también importantes para el tema que estamos afrontando en este momento de nuestro trabajo e investigación. Algunos escritos pertenecen a sus cartas, otros, en cambio, a su diario espiritual: el Memorial.

 

En una carta que le escribe a San Ignacio a fines de 1540, desde la ciudad de Worms, en Alemania, le comenta que está haciendo mucho fruto espiritual en personas importantes que estaban allí presentes con motivo de la Dieta de Worms, engendrando allí nuevos hijos espirituales, y, también, predicando los Ejercicios a algunos de ellos. Por este motivo le solicita explícita y encarecidamente que los encomiende en sus oraciones, así como él mismo, a su vez, encomienda a las personas a las cuales Ignacio está tratando de ayudar:

 

Yo estas fiestas harto he tenido que hacer en confesiones y comuniones, habiendo aquistado sin trabajo mío diversos hijos espirituales, como de casa de Monseñor de Granvela y de su hijo el Obispo Atrebatense, de Monseñor de Laguila, etc. Todos os ruego los tengáis encomendados generalmente en vuestras oraciones, que yo de mi parte ruego a Dios Nuestro Señor por todos cuantos podéis tener por allá. Otros hijos míos, etiam os encomiendo, id est, que se confiesan conmigo, como es Monseñor Rmo. Mutinense, que es Legado en esta Germania y Obispo de Módena [Card. Juan Morón]… Otro es el Dr. Moscoso [futuro Obispo de Pamplona y más delante de Zamora], el cual conocéis; así mismo siempre os replico las enconmiendas del Dr. Ortiz y el Escoto [Dr. Roberto Wauchope de Escocia o también conocido como Dr. Escoto, casi ciego, Obispo de Armagh, Irlanda], juntamente con el Mtro. del Sacro Palacio [Fr. Tomás Badía, OP, futuro Cardenal]. Con uno decano de esta ciudad estoy concertado para mañana dar principio a los ejercicios, el cual es estado mucho tiempo Vicario general de aquí y también Inquisidor de la Fe [Decano de San Martín][4].

 

Más adelante, estando en la ciudad de Espira, Pedro Fabro se comunica nuevamente con Ignacio, el 5 de febrero de 1541. En su escrito le expresa sus deseos que encomiende con frecuencia a tres hijos espirituales suyos, y también a otras personas a quienes asiste espiritualmente:

 

No me quiero alargar al presente en contar las personas ni nombrar, de las cuales yo tengo prendas para hacer mucho fruto, ni tampoco cuantos me promete el Doctor. Particularmente tamen querría que en vuestras oraciones a tres tuviésedes muy encomendados. El uno es un D. Hernando de la Cerda, hijo del Duque de Medinaceli; el segundo es un Doctor, por nombre Joannes Cochleus, doctor en Theología; el tercero es uno quien llaman el Capitán Braccamonte; esto os ruego lo hagáis muy a menudo, sin olvidar a los otros, que se os encomiendan, como es el Dr. Ortiz, el cual siempre ha estado bueno, así como yo y toda la familia. Fr. Alonso de Herrera quiere también que siempre lo encomiende a Iñigo y todos los demás[5].

 

Asimismo, conservamos un precioso escrito suyo que muy probablemente era una instrucción para sus hijos espirituales. Es un texto relevante, una ventana en el mundo interior de nuestro santo. Podemos suponer que explicaría y aconsejaría habitualmente estas materias a sus hijos espirituales y personas con las cuales conversaba espiritualmente. El título de este escrito es el siguiente: «Diez capítulos que de una manera especial se pueden recomendar para la reformación de cada uno»[6]. En el capítulo quinto, en particular, nuestro santo pide que sea frecuente la invocación de la intercesión de los santos, para que, multiplicados los medianeros, más fácil y más eficazmente se nos aplique todo y más nos aprovechemos. Transcribimos a continuación la parte del texto al cual hacemos referencia:

 

Capítulo quinto. […] Ordénate también otros dos tratados de lugares comunes de los cuales puedas sacar muchos argumentos de devoción espiritual. Y sea el primero del proceso sucinto y bien ordenado de la vida de Cristo, empezando desde su Encarnación hasta su vuelta al Padre, etc. El segundo tratado lo harás y ordenarás conforme al orden de las letanías, que usa la Iglesia Católica, de modo que resulte un buen método de invocar (á los Santos), comenzando de la Santa Trinidad hasta llegar á las vírgenes, viudas y que guardaron continencia, y de manera que de cada clase escojas para ti algunos peculiares santos y santas. Estos tres tratados, es decir, el librito de que se dijo en el capítulo anterior, y los dos de este capítulo, serán para esto, es á saber, para que en el primero se hallen los lugares comunes á que se reduce todo lo que hemos de obrar; en el segundo, los méritos de Cristo, de los que principalísimamente reciben su valor, y valor completo, las obras; y en el tercero, la invocación de la intercesión de los santos, para que, multiplicados los medianeros, más fácil y más eficazmente se nos aplique todo y más por Cristo nos aproveche[7].

 

En 1542, el 30 de agosto, al contestar una carta al P. Diego Laínez, nuestro santo le abre su alma a su querido amigo. Le pide que lo encomiende en sus tantas necesidades, y, que, a su vez, él ruegue a personas virtuosas y de oración que intercedan por ellos. También lo exhorta a que se una a su acción de gracias, así como él también lo hace por toda la Compañía:

 

También deseo siempre os acordéis de nuestras necesidades que hay por acá, cuando topárades personas obedientes y poderosas en el orar. Mis particulares necesidades, aunque no las podréis olvidar fácilmente, ni dejar de acordaros de mis enfermedades que yo tuve en Parma, y no solamente de las enfermedades, mas etiam de mis muertes; por tanto, os pido, olvidando lo que no edifica, que no me olvidéis, dando etiam gracias á Cristo Nuestro Señor, el cual por su infinita piedad ha sacado tanta salud de esos mis males […][8].

 

Asimismo, en una carta a Ignacio le comunica que está partiendo de Alemania y se encomienda en modo especial a sus oraciones, pidiendo por él a Cristo, a la Virgen, a la intercesión de los santos del cielo, y a todas las personas que aún viven:

 

En acabándose esta dieta, yo con Millian me pienso partir camino derecho para Portugal, y no sé dónde estaré en el punto que las presentes llegarán á vuestras manos; por tanto, os ruego que nos encomendéis á Cristo Nuestro Señor, y á su Madre nuestra Señora bendita, y á todos los Santos del cielo, y á los que pudiéredes en la tierra encomendadnos, y ofrecednos á Su Divina Majestad como á muertos vivos. A Colonia así mismo os ruego y á toda Germania tengáis por encomendada, para lo cual os ruego á cada uno, que deseáis muy de veras de parir espiritualmente algunos instrumentos […][9].

 

En un hermoso manuscrito que Pedro Fabro hizo llegar a los Estudiantes de la Compañía en el Colegio de Coimbra, con fecha del 20 de marzo de 1545, podemos conocer más acerca de la vida espiritual y la interioridad de nuestro santo. Les manifiesta su pena y dolor dado que no podrá ir a despedirse de ellos como él hubiera querido y como ellos así lo esperaban, dado que debe partir para España. Para remediar este hecho, les escribe desde lo más profundo de su corazón, dándoles sapientísimos consejos que afloran de un alma sin duda espiritualmente elevada. Nuestro santo manifiesta con gran humildad a sus queridos estudiantes que en realidad es él el necesitado, y les suplica con renovada insistencia que lo encomienden a la intercesión de Cristo, su Madre y de todos los Santos:

 

[…] Cuanto á lo que me preguntáis, hermanos carísimos, no he tenido aún tiempo de ocuparme en responderos. Ojalá que no hubiera perdido tantas horas como eran necesarias para este negocio; por eso mía es la culpa, y así os pido que roguéis á Dios por mí, que sé desaprovechar las horas buenas y no sé hallar hora para las buenas obras. Otra vez, pues, os pido que roguéis por mí al Señor, para que Su Divina Majestad me dé gracia para que no pierda el tiempo, sino que pueda, sepa y quiera ordenar todos los momentos de mi vida conforme á su santísima voluntad. Esto digo así, porque deseo que cada uno de vosotros y de cuantos en adelante verán esta petición, pidan á Cristo Nuestro Señor, á su Madre y á todos los santos esta gracia para mí, pues es la mayor necesidad que en mi alma siento. Insisto, por lo tanto (y será la tercera vez que os represento mi miseria), que seáis todos en ayudarme de todos los modos arriba dichos y otros cualesquiera[10].

 

El 12 de marzo de 1546, en un intercambio epistolar con el P. Gerardo Hamont -Prior de la Cartuja de Colonia-, Pedro Fabro le solicita y suplica a él también oraciones. Le pide que él mismo lo encomiende y que también lo hagan sus religiosos cartujos. Además, también que lo hagan dos vírgenes acerca de las cuales el mismo P. Gerardo le había contado anteriormente en una carta a nuestro santo. Llama a todos los que lo encomiendan «cooperadores de mi salvación», «abogados míos delante de Dios», y también «procuradores espirituales». Las intenciones que le manda pedir a las dos vírgenes son una ventana abierta al alma de San Pedro, que pide para él lo que llama las siete obras de misericordia, en las cuales se manifiestan con claridad sus deseos, necesidades y sus preocupaciones. Entre estos deseos profundos de su alma está una ardiente petición, a saber, que Dios le dé muchos abogados en la tierra y en el cielo.

 

[…] Por ellos recibirá Mtro. Francisco otras cartas mías, en las que leerá la mención que hago de vosotros y de aquellos que bien nos quieren en Colonia, para que sepa que es deudor él también, y para que me ayude á mí á no ser ingrato, pues tan sin motivo de mi parte todos me quieren y me hacen bien. En verdad que algunas veces me espanta esta benignidad y gracia, que Dios usa conmigo, misérrimo pecador, que sin méritos míos cada día se me ofrezcan tantos á ser cooperadores de mi salvación, abogados míos delante de mi Dios y mis procuradores espirituales. De aquí nace (como de fuente de suma piedad) la oración tuya y de los tuyos tan continua por esta misma salvación mía; por la cual á Dios, Nuestro común Señor, bendigo y suplico no permita que jamás se cansen vuestras manos.

De nuestras cosas no hay para qué te escriba en particular; pues de ellas he escrito á Mtro. Pedro Canisio más de cuatro cartas. Escribe, Padre mío, te suplico, á aquellas dos vírgenes, de que haces mención en tu carta, que tengan memoria de mí en sus corazones y oren por el aprovechamiento y aumento espiritual de mi alma; que pidan á Dios que obre en mí las siete obras de misericordia; primera, que me enseñe el modo de servir á Cristo mi Señor; segunda, que me corrija y enmiende, ya que ningunos tengo correctores humanos ó muy pocos; que me dé lo que es bueno, es decir, conforme á sus juicios en lo que tengo que hacer; cuarta, que me consuele en las varias angustias que por mí mismo, ó por causa mía, me acosan y atormentan; quinta, porque sigo siendo imperfecto delante de él y delante de los hombres, que me sufra y me soporte; sexta, que me perdone mis pecados; séptima, en fin, que me dé muchos abogados en la tierra y en el cielo. Esta es mi petición, que encomiendo á aquellas vírgenes[11].

En su Memorial, el hijo espiritual del fundador de la Compañía de Jesús nos confió una vivencia interior suya de suma importancia para el tema que estamos tratando. Allí manifiesta su firme determinación de encomendarse a los ángeles, arcángeles y santos de todo lugar en donde él estuviera y por donde él pasara. Se propuso tomarlos por abogados y nunca olvidarse de ellos, implorando la intercesión de ellos por él mismo, y por los vivos y difuntos de esa zona. Asimismo, quería hacer extensivo esta intención y deseo a cualquier parte del mundo donde estuviera:

Este mismo año, al entrar en España, tuve gran devoción y sentimientos espirituales para invocar a los principados, arcángeles, ángeles custodios y santos de España. Sentí afecto especial hacia san Narciso de Gerona, santa Eulalia de Barcelona, nuestra Señora de Montserrat, nuestra Señora del Pilar, Santiago, san Isidoro, san Ildefonso, los santos mártires Justo y Pastor, nuestra Señora de Guadalupe, santa Engracia de Zaragoza etc. A todos suplicaba quisieran bendecir mi venida a España y que me ayudasen, con su intercesión, para que pudiera hacer algún buen fruto espiritual. Como así sucedió, más por su intercesión, que por mi diligencia. Me propuse hacer esto mismo en cualquier reino o principado, es decir, encomendarme a los principados angélicos, arcángeles, ángeles custodios y a los santos que comprendiese que eran honrados en tal Provincia o Señorío. De aquí me confirmé más en la devoción a algunos santos muy venerados en Italia y que recuerdo más expresamente en mi breviario romano, y a otros que he visto que son honrados en Alemania […]. Me fijé en este tiempo en otros muchos santos que tomé como abogados y prometí nunca olvidarme de ellos, antes invocar su ayuda para mí, para los vivos y difuntos, especialmente para aquellos que viven o murieron en aquellos lugares donde tales santos fallecieron o vivieron, sea en Europa, África, Asia o en islas remotas. Sentí mucha devoción y consolación para seguir con esas devociones y alargarme en ellas, invocando, a veces, también a los apóstoles y otros santos que fructificaron en distintas partes del mundo, para que tuvieran cuidado especial de nuestra Compañía y de todos los moradores en tales regiones o provincias donde ellos ejercieron su caridad.

Así suelo hacer cada vez que quiero orar de manera especial por algún lugar o reino. Invoco a los santos y ángeles que tienen o tuvieron especial cuidado de las almas vivas o difuntas de tales lugares[12].

 

En otra ocasión, el día de la memoria de San Lorenzo, hace su meditación y tiene varias mociones en su alma. Él mismo afirma con gran fe que siente que nuestro Señor nunca dejará de ayudarlo a él y a la Compañía por medio de sus santos. Es tan firme y profunda su confianza en la intercesión de los santos que llega a sostener que una persona con la ayuda de un santo puede hacer mucho más que con el favor de hasta un Emperador. Él nos dejó este testimonio en su Memorial, el 10 de agosto de 1542:

 

Sentí también, mucho más de lo que yo pudiera decir, una gran fe en que nuestro Señor nunca va a dejar de ayudarme a mí y a toda la Compañía por mediación de sus santos. Y se me ocurrían ejemplos. Como si alguien dijese: «Mucho más puede una sola persona para mejorar el mundo con la sola ayuda de san Lorenzo que con el favor del Emperador»[13].

 

A medida que profundizamos en la figura de Pedro Fabro, constatamos que era muy generoso y bondadoso para con todos. Por ejemplo, sabemos que encomienda una casa en particular, y a los habitantes de la misma, y más aún, eso mismo desea para todas y cada una de las casas de esa ciudad, como si él habitase en cada una de aquellas casas. Así escribió acertadamente el P. Alburquerque, al respecto: «Si la oración de Fabro rezuma delicadeza cuando ora por las personas junto a las que convive, él quisiera, en cierto modo, romper los límites de espacio, sintiéndose cercano a todos, para pedir por todo el mundo con la misma intensidad y delicadeza»[14]. El santo anotó en su Memorial, el 11 de agosto de 1542:

 

Mientras oraba en una capilla privada en la que ya había orado otras veces pidiendo a Dios por aquella casa, me vino un impulso vehemente de que todo lo que yo desease para bien de aquella casa y de las personas que la habitaban, por la misericordia de Dios nuestro Señor, se le concediese a las casas y personas de toda la ciudad y que el Señor, por su piedad, lo confirmase como si yo habitase en cada una de aquellas casas[15].

 

El hijo espiritual de San Ignacio recibió una luz especial que lo movía a tener una gran devoción a los ángeles custodios de los santos. Con estos ángeles podemos comunicarnos, así como lo hacemos con los santos. Así se expresó en su Memorial, el 30 de septiembre de 1542:

 

En la fiesta de San Jerónimo recibí una luz especial para obtener su favor y el de otros santos de los que podemos acordarnos. Es de gran ayuda. A saber, que yo tuviese una gran devoción al ángel custodio que asistió a san Jerónimo mientras vivió en este mundo y a los ángeles custodios de los santos mencionados en el calendario romano o en cualquier otro. Y así podemos pedir a estos ángeles y comunicarnos con ellos en espíritu y en fe como lo hacemos con los santos.

[…] Tuve asimismo un gran deseo (y me gocé de ello) de que los santos del cielo tengan ahora el comportamiento, el poder, el saber y el querer para hacer y recompensar lo que aquí no quisieron o no pudieron o no supieron hacer para tratar las cosas de Dios, de Cristo nuestro Señor y de los prójimos vivos y difuntos[16].

 

De este modo, invita también a invocar a los santos y santas, por medio de los cuales tantas personas han recibido, y, recibirán innumerables gracias en el futuro. El 3 de octubre de 1542 escribió en su Memorial:

 

Al hacer esto me vino un grande y devoto recuerdo de aquellos por quienes estamos más obligados, como son nuestros parientes. De aquí vine a pensar que sería muy bueno invocar, de ahora en adelante, a los ángeles custodios de nuestros familiares, los que ahora lo son, lo fueron o lo serán; invocar también a los santos y santas, a la bienaventurada Virgen María y a los santos que han tenido, tienen y tendrán cuidado de estos familiares nuestros. A ellos, después de Dios, hemos de dar gracias. Y por medio de ellos hemos de pedir perdón por los muchos pecados que han cometido hasta ahora nuestros familiares. También, por su medio, no sólo han recibido innumerables gracias, sino que recibirán otras que ahora necesitan y necesitarán más tarde[17].

 

Al día siguiente agregó también en su Memorial:

 

El día de san Francisco, entre otros buenos deseos que sentí en mis oraciones y meditaciones, tuve el de pedir con bastante y piadoso afecto espiritual, que por virtud del sacrificio de la misa, se me concediese que san Francisco y cualquier otro santo se acordase en adelante de mí; y esto de manera tan eficaz como si a cada uno de ellos, a la hora de su muerte, y en medio de alguna tribulación mía, yo les hubiera dicho estas palabras: «Acuérdate de mí cuando estés en tu reino» (Cf. Lc 23,42)[18].

 

El santo también nos exhorta a confiar en la poderosa intercesión de los Santos. Si los invocamos, ellos pueden ayudarnos y mucho más de lo que nosotros pudiéramos llegar a imaginar. En su Memorial, el 2 de noviembre de 1542, nos revela sus deseos y sentimientos:

 

Sentí grandes deseos de que los santos que tanto pueden, ahora que están en la gloria, orasen por nosotros. Deseaba que las almas del purgatorio orasen también con sus llantos y dolores que, por otra parte, a ellas de nada aprovechan, las cuales si vivieran todavía aquí en sus cuerpos mortales, podrían merecer en un instante todo lo que hay en los cielos. Así que pueden ayudarnos, y mucho más de lo que podemos imaginar, a nosotros creyentes que no pisoteamos las cosas santas sino que las estimamos en la fe que es prueba de las cosas que no se ven. Quiera Jesús que lleguen a su presencia los gemidos que por nosotros ofrecen[19].

 

Más adelante también explica que ayuda mucho invocar a aquellos santos que recibieron determinadas gracias, para pedirles para nosotros esas mismas gracias o parecidas. Lo dejó escrito con toda claridad, en su Memorial, en su entrada del 28 de noviembre de 1542:

 

La víspera de san Saturnino, rezando el oficio de san Cesáreo mártir, que yo había pospuesto, tuve un gran sentimiento de devoción hacia este santo, aunque no tenía yo información sobre su vida y martirio. Por primera vez comprendí que es bueno, en la fiesta de un santo cualquiera, hacer alguna contemplación sobre este santo. Dicha contemplación tendría los tres preámbulos acostumbrados y cinco puntos: Primero, dar gracias a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo porque a tal santo o santa los predestinó desde la eternidad, y luego los eligió, llamó, justificó y por fin los glorificó. Segundo, dar gracias a la Bienaventurada Virgen María, al bienaventurado san Miguel y al ángel de aquel santo y a todos los santos, hombres y mujeres, que con sus oraciones o de cualquier otro modo ante Dios, le ayudaron a salvarse. Tercero, orar a Dios y al mismo santo por todos los vivos y difuntos que son y han sido devotos suyos. Cuarto, considerar lo bueno que es pedir a Dios que se conserven aquella doctrina y escritos por los que podamos recordar algunas de las palabras y aun acciones que aquel santo realizó durante su vida, para que nos sirvan de ejemplo. Quinto, considerar lo bueno y útil que es o podría ser, que se conservasen las reliquias, todas o en parte, del cuerpo de aquel santo o santa y que pudieran ser veneradas. Quien no encontrase en estos puntos materia para ejercitar su entendimiento, puede ejercitar «la voluntad del corazón» deseando que todo esto se realice así y mucho mejor[20].

 

Al igual que a esta devoción, San Pedro Fabro se destacó por la asiduidad en la vida sacramental pues estaba convencido de su importancia para mantener un estado de familiaridad con el Señor por lo que sugirió que se establecieran también fechas determinadas para la confesión y la comunión. Estaba convencido de que, si la preparación intelectual era buena y necesaria, no lo era menos la formación sólida en cuestiones religiosas y de fe por lo que siempre recomendaba la lectura de un catecismo. Pero tal vez, en lo que más insistió fue en el celo por la salvación y conversión de las almas que tanto motivó a los primeros compañeros y que logró hacer de los Ejercicios un eficaz instrumento apostólico. Siguiendo el ejemplo de Ignacio de Loyola, su “maestro en las cosas espirituales”, Pedro Fabro dio a siempre a su apostolado una proyección de futuro, para en todo amar y servir a Dios nuestro Señor, buscando siempre su mayor gloria.

 

Abril de 2023.


[1] En adelante, citaremos el Memorial con las siglas FM, el número de la página de Fabri Monumenta y, entre paréntesis, el número correspondiente al Memorial. FM, 493 (8).

[2] Cf. J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 309-313. Cf. FM 412-416 (140).

[3] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 123.

[4] J. M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 29-30. Cf. FM 45-47. [CN].

[5] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 53. Cf. FM 70-71. [CN].

[6] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 118-119, nota a pie de página.

[7] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 122-123. [CN].

[8] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 156. Cf. FM 181. [CN].

[9] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 234. [CN].

[10] Ibid., 252-256. [CN].

[11] J.M. Vélez, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro de la Compañía de Jesús, 309-313. Cf. FM 412-416 (140). [CN].

[12] FM 504-505 (28). [CN].

[13] FM 531 (74).

[14] A. Alburquerque, En el corazón de la Reforma. Recuerdos espirituales del Beato Pedro Fabro, SJ, nota a pie de p.159.

[15] FM 533 (78).

[16] FM 550-551 (118-119). [CN].

[17] FM 553-554 (123). [CN].

[18] FM 554 (125).

[19] FM 578 (167).

[20] FM 584-585 (182).

La vocación, don y gracias para el servicio de Dios en el Pueblo

La vocación, don y gracias para el servicio de Dios en el Pueblo

Por Joel Enrique Arellano Guillén, S.J.

 

De agosto de 2022 a febrero de 2023 viví la tercera probación en la provincia jesuita de las Antillas, específicamente en Santiago de los Caballeros, República Dominicana. El grupo de tercerones lo integramos seis jesuitas: dos rumanos, un brasileño, un argentino, un estadounidense y un mexicano.

 

La tercera probación la concebimos en la Compañía Universal como la “escuela de los afectos” (Const. V, n.516) por lo que la estructura está diseñada para profundizar en nuestro ser y quehacer como religiosos jesuitas, reconocer que el centro de la vocación es la persona de Jesús con quien me he comprometido para hacer vida todos los días el Reino de Dios.

 

La experiencia está marcada por una serie de talleres que nos ayudan a revisar la vida espiritual, psicoafectiva-sexual, pastoral y comunitaria. La experiencia del mes de Ejercicios Espirituales es propia de este tiempo, en ellos resignifiqué mi vocación y me experimenté discípulo y compañero de camino, con la gracia de hacer mías las palabras de Jesús en el Evangelio de Lucas “denles ustedes de comer” (Lc 9, 13), y la responsabilidad que ello conlleva ante la realidad actual de nuestro país y el mundo.

 

La tercera probación fue un tiempo propicio para profundizar y recoger las gracias recibidas en mi vida como jesuita de manera integral en todas las dimensiones. Si bien, es un tiempo de estudio, oración, reflexión y discernimiento para la incorporación definitiva a la Compañía de Jesús, también fue un espacio para poner el amor más en las obras que en las palabras, a través de la colaboración pastoral en la realidad de Cuba.

 

Los dos meses compartidos con la religiosidad, el sincretismo y la realidad de este país caribeño me llevaron a estar al límite y confrontar mi vida. Esta misión exige una cercanía honda con el Señor y, por ende, un espíritu fortalecido. Cuba es un país comunista en el que el Estado no satisface las necesidades básicas de la población: alimentación, salud y vivienda, lo que lleva a sus habitantes (principalmente jóvenes) a emigrar a otros países en busca de una mejor calidad de vida; esto genera que la sociedad cubana esté habitada por adultos mayores solos y enfermos, cuya preocupación diaria es procurar la comida del día sin más proyecto de vida que la sobrevivencia. En medio de esta realidad experimenté la frustración ante la interrogante: ¿cómo ser signo de esperanza en medio de este pueblo desolado? Desde mi experiencia, la mejor manera de estar y acompañar al pueblo cubano fue escuchándolos, orando junto a la gente y dejando que la gracia de Dios llenara los corazones de esperanza contra toda esperanza. Agradezco a Dios estos dos meses de cercanía con el pueblo cubano en los que reconozco cómo Él actúa en medio de la sequedad y la desesperanza.

 

Agradezco al Señor los frutos de consolación durante este tiempo los cuales me animan a seguir adelante, saberme profundamente amado por Dios, abrazar la vida y la vocación como un don y regalo; me siento también invitado siempre a poner el corazón en todo lo que hago y en el servicio a la Iglesia a través de la Compañía de Jesús con un corazón disponible para la misión que me sea encomendada.

 

Pido al Señor que todo lo bueno que ha sembrado en mí sea fecundo para el servicio de su Pueblo y así pueda en todo más amarlo y mejor servirlo.

 

Homilía Vigilia Pascual 2023

Homilía Vigilia Pascual 2023

Mateo 28: 1-10

Queridos hermanos y hermanas, el acontecimiento más grande de la historia sea ha proclamado: la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Una gran noticia que hoy nos quita el temor y nos llena de alegría en esta noche santa. ¡Jesús venció la muerte!

En una noche como esta, en la que los símbolos de la celebración en la que estamos participando nos hablan de opuestos (oscuridad-luz, sequedad-agua; pecado-limpieza) el Evangelio, como conclusión de toda una historia de salvación que hemos recordado lectura tras lectura, nos lanza en el mensaje del ángel una frase que nos hace sentir la plena alegría de lo que hoy vivimos: Jesús, el que ha muerto, ya no está aquí. ¡Ha resucitado! La Resurrección de Jesús es el centro de nuestra fe y también nuestra esperanza. Por ello, en esta noche santa, dejemos que la frase del ángel resuene también en nosotros.

¿Buscan a Jesús, el crucificado? Sí, le buscamos. Como las mujeres, le buscamos en cientos de ocasiones en nuestra vida en las que nos empeñamos en descubrirle en tantas y tantos crucificados como vemos a nuestro alrededor, en la realidad de las personas migrantes que buscan un futuro mejor, le buscamos junto a las mujeres, madres y familiares de cientos de personas desaparecidas en México que caminan a lo largo y ancho del país con la esperanza de encontrarlos.

Vemos el rostro del Señor sangrante en las magulladuras de las personas ancianas y enfermas, que por amor soportan los golpes de quien con ellos viven, sin mostrar un poco de humanidad. Vemos su rostro hambriento cada vez que ponemos la televisión y nos muestra realidades ante las que nos sentimos desbordados. Lo vemos en quienes viven la enfermedad, el sufrimiento, la soledad. Lo vemos a diario. Buscamos a Jesús, que sigue muriendo cada día, aquí y ahora, a nuestro lado. Por eso el anuncio del ángel, nos abre la puerta a la esperanza, su grito: ¡ha resucitado! es una llamada a no quedarnos parados ante la muerte, es una invitación a que podemos descubrir a ese Jesús que vive y nos anima a mantenernos firmes, a darnos cuenta de que nuestro esfuerzo llegará a dar fruto y eso lo notamos cuando vemos a  gente que todavía es capaz de hacer cosas por los demás, gente que es desprendida, que ayuda sin pedir nada a cambio, que da sin esperar recibir, gente que valora a las personas por encima de las cosas, que les importa más dar que tener y todo eso gracias a que Él sigue con nosotros, nos alienta y nos anima. ¡No está aquí ha resucitado! ¡Aleluya!

De poco serviría la gozosa contemplación de la Resurrección de Jesús, si nosotros, peregrinos aún en el tiempo, no renovásemos nuestra existencia. Ahora conocemos el amor que Dios nos tiene; sabemos ya para qué nos regaló la vida y cuál es nuestra misión en el mundo. En esta noche santa renovemos con gozo nuestro bautismo, que fue el momento inicial de nuestro ser cristiano, el momento en el que entramos a formar parte de la Iglesia de Jesús. Aquello que hicieron nuestros padres por nosotros, en esta noche santa queremos repetirlo nosotros profesando nuestra fe como adultos, conscientes de nuestro compromiso cristiano y con ganas de cumplirlo con la ayuda del Señor.

Esta noche, también es el momento de mirarnos a nosotros mismos y ser capaces de ver por el suelo nuestras vendas y nuestros sudarios, restos que indican lo que aún nos tenía atados a la muerte: nuestros viejos hábitos, nuestras malas actitudes, nuestros tremendos egoísmos e incredulidades, es el momento de dejar atrás esas ataduras y de salir fuera de nuestro sepulcro y vivir resucitados, hombres y mujeres nuevos, capaces de andar por la vida de otra manera, cargados de fe, llenos de esperanza, libres de pecado y nuevos cristos que vayamos anunciando a todos que Dios nos ama e invitando a los demás a participar de esta Resurrección.

Comenzamos la celebración con las luces apagadas, sin luz, inmersos en la oscuridad, porque así nos encontrábamos ante la ausencia de Jesús, pero en medio de esa noche si hizo la luz, se hizo la luz con la buena noticia de la Resurrección. Tenemos que saber encontrarnos con ese Jesús vivo y resucitado, tenemos que saber descubrirlo, tenemos que atrevernos a buscarlo donde realmente se encuentra, para aclarar nuestras oscuridades y nuestras dudas, para hacernos unas personas nuevas.

La Resurrección nos da fuerzas para seguir pidiendo los unos por los otros, nos acerca más los unos a los otros, derribando muros y fronteras que nos dividen y que hacen que no seamos hermanos. Con la alegría de la Resurrección por bandera nos disponemos a cambiar aquello de nuestra vida que es necesario cambiar.

Pidamos al Señor que cada uno de nosotros abramos nuestro corazón al anuncio de la Resurrección y, como las mujeres, demos testimonio de la historia de salvación de la que Dios nos ha hecho participes en Cristo Jesús para que en todo podamos más amarlo y mejor servirlo.

¡Que así sea!

—P. Joel Enrique Arellano Guillén, SJ.