En la madrugada del 16 de noviembre de 1989, seis jesuitas y dos de sus colaboradoras fueron asesinados en su casa, contiguo al campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador.
«Sus rostros y cerebros fueron despedazados como animales que se destazan sin piedad, es una realidad a la que nada ni nadie puede quitar el horror. Y a la vez es son ocho vidas bendecidas porque hicieron el bien sin tranzar con la barbarie, la violencia y el derroche capitalista», señala la CPAL en su sitio.
El Padre Ignacio Ellacuría lo dijo de la manera más espléndida: el planeta jamás tendrá futuro digno si las sociedades se esmeran en asemejarse al derroche y al consumo de la sociedad norteamericana. El futuro sólo será posible a partir de una civilización de la pobreza y la solidaridad. Y por promover estas ideas y buscar su concreción histórica en El salvador, los jesuitas fueron masacrados. (Nota completa aquí).
«Los jesuitas dejaron su huella indeleble en Centroamérica: por muy hondos y polarizados que sean los conflictos, y por muy antagónicos que sean los actores confrontados, las respuestas de fondo sólo se pueden encontrar desde negociaciones entre las partes en conflicto y desde acuerdos concertados entre las partes. A los jesuitas los mataron por el rechazo a la violencia y por sus propuestas de paz en medio del más cruento de los conflictos», señala la CPAL.
Entrevista
Con motivo de esta fecha tan importante, Fernando Ochoa y Elizbeth Angel, de Vocaciones y Juventudes jesuitas de México, realizaron una entrevista a Jorge Galán, escritor salvadoreño quien en 2015 publicó una novela sobre aquellos lamentables hechos: «Noviembre, la masacre de los jesuitas que conmocionó al mundo».